Autora: Julia Hernández Mata
Como si los floristas supieran de qué se trataba, en los puestos de la Rambla abundaba el color amarillo. La primavera en Barcelona empezaba a desperezarse. De boca en boca se iba haciendo oír la promesa que flotaba en el aire: En agosto nos vemos. Era el comienzo de un mes de marzo bastante cálido y la expectativa encendía las conversaciones en los bares, en los pasillos de las universidades, se colaba por los vagones del metro y se enroscaba en debates interminables de escritores aspiracionales y lectores ávidos de las últimas novedades.
La brisa del Caribe envolvía las librerías. Aunque el olor ácido del orín que salpica las paredes mezclado con el vaho que sube desde las alcantarillas ofrece siempre resistencia. Los periódicos pregonaban las buenas nuevas y en el bar chino que está de frente de la universidad se elevaban las apuestas: cuántas rondas de cañas se pagarían con la cantidad de ventas de una semana. Era 2024 y estaba a punto de concretarse el acontecimiento literario del año, o al menos con eso especulaban los titulares de los diarios. La última novela de Gabriel García Márquez se respiraba en el aire.
No. No fue milagro. Puede que sea pura suerte que ese manuscrito no haya caído en las llamas o en los fríos dientes de las picadoras de papeles como otros papeles que el escritor condenó al olvido. Ese destino hubiera hecho divagar a la protagonista de la última historia escrita por García Márquez en el limbo de las conjeturas de los literatos y las especulaciones de los académicos. Pura suerte. O, tal vez, su reverso. Una decisión disfrazada de desdén u olvido.
En la presentación del libro, Rodrigo García Barcha cuenta que se reunió con su hermano Gonzalo y ambos estuvieron de acuerdo. El manuscrito no podía permanecer encerrado en el archivo de la Universidad de Texas, en Austin, llenándose de polvo a la espera de que alguien inevitablemente decidiera a resucitarlo. No era el mejor destino para la última novela de su padre. Condenado a la destrucción, el manuscrito correría otra suerte: iba a pasar por el filtro de los editores y se convertiría en un libro.
La decisión es controversial. Sin lugar a dudas, hay mucha gente predispuesta a encontrar segundas intenciones en los designios de los hermanos o especular con la tentación que supone el jugoso adelanto que posiblemente cobraron por los derechos de la novela, un misterioso número que permanece oculto hasta ahora.
A su favor, los hermanos pueden jugar la ficha de que el título ya había sido anunciado por su padre. O bien, apelar a la noción de equidad y justicia: todos los lectores de Gabo podrán acceder al texto en igualdad de condiciones sin tener que viajar para eso al sur de Estados
Unidos. En su contra, tendrán que explicar la decisión de autorizar la adaptación al formato serie de Netflix de la más intocable de sus novelas, la misma que su padre negó al formato cinematográfico en más de una oportunidad. Pero para eso aún faltaba bastante en marzo de 2024.
También sucedió en el mes de marzo, pero esta vez de 1999. Gabriel García Márquez había leído una versión tentativa del primer capítulo del libro en el que estaba trabajando. Cualquier cosa era mejor que disertar en el Foro de la Sociedad General de Autores al que había sido invitado para debatir acerca de la fuerza de la creación iberoamericana.
En esa ocasión, la periodista Rosa Mora escribió en un artículo publicado en El País que antes de leer el cuento ante una audiencia que lo escuchaba inmutable, Gabo “estuvo corrigiendo hasta el último momento” y que “siguió haciéndolo después del encuentro”. Una escena bastante ordinaria si pensamos que es un escritor entrando en tratativas con su texto. Lo más inquietante, sin embargo, fue lo que se animó a vaticinar después: “lo hará hasta que esté publicado el libro”.
En ese momento los diarios informaron que Gabo trabajaba en cinco cuentos independientes que se iban a integrar en una historia cosida con un único hilo conductor. Aunque el mismo García Márquez dijo claramente que lo que va a leer es el primer capítulo de una de las tres novelas cortas que planea publicar en un solo tomo. Para ese momento, el autor dice desconocer el título, pero el proyecto de Gabo era ambicioso. El detalle del género literario es irrelevante para el caso ya que “el esfuerzo de escribir un cuento corto es tan intenso como empezar una novela”. Lo que lee Gabo esa tarde es, sin lugar a dudas, el primer capítulo de “En agosto nos vemos”.
Lo importante es que, a grandes rasgos, para esos años el escritor ya había cocinado el núcleo del argumento: una mujer de mediana edad llamada Ana Magdalena Bach cada verano visita la isla donde estaba enterrada su madre muerta. El camino de ida de la protagonista hacia el cementerio es un movimiento que la enlaza con la muerte. Paradójicamente, es allí donde despierta a otra vida. El regreso a su ciudad, al sexo marital y a las obligaciones cotidianas quiza sea para la protagonista la verdadera trampa.
Para esta altura, los periodistas culturales y reseñistas contaban con una gran ventaja que les daría estar presentes en ese momento, una primicia literaria que se estaba gestando a largo plazo. Pero no pudieron vislumbrar el conflicto que encarnan esos nombres porque andaban persiguiendo a los escritores del Foro en busca de las declaraciones que les resolviera el titular de la mañana siguiente.
Muchos años después, frente a la grabadora del periodista Santiago Vanegas, Cristóbal Pera, su último editor dirá que Gabo hacia 2010 y 2011 “ya estaba empezando a perder un poco la memoria y no estaba trabajando realmente en la novela. Pero sí estaba dedicado a corregir una palabra, una frase, para mejorarla”. El vaticinio de Rosa Mora de aquella tarde de 1999 efectivamente se había cumplido. La periodista había logrado entrever el destino ineludible del texto: tachones y signos de preguntas inundarían de color y tribulaciones los borradores de las cinco versiones del manuscrito. No era verdad entonces que aquel marzo de 2024 traía la novedad de la existencia de la novela en sentido estricto. Un capítulo ya había sido publicado en El País y The New Yorker. Esa ya era una noticia que había envejecido.
Tampoco era la primera vez que invocaban al espíritu de Gabo. Hacía ya cuatro años de la muerte de García Márquez cuando Lucía Benavidez llegaba al piso de la calle República Argentina con las ganas acumuladas de ser la protagonista de una historia distinta a la que estaba viviendo por esos días. Lucía se topó con la noticia de que su piso había sido la segunda residencia de Gabo en Barcelona. La ilusión de la joven periodista de encontrar a García Márquez deambulando entre sus cosas, tomando un té en su habitación o sentado en su mesa de trabajo, contrastó con la implacabilidad y el rigor del veredicto de una médium colombiana. A pesar de haber recibido una suma de dinero adelantada a cambio de sus servicios, dijo que el espíritu del Premio Nobel no se había quedado merodeando en esa casa. En la desilusión que le había causado la ausencia del fantasma y contrariada por las palabras de la bruja, la joven confesó días después a la prensa que se había sentido psicoanalizada con el tono de quien dice que fue víctima de una estafa.
Pero la invocación de marzo de 2024 se hizo de manera más rimbombante. Su nombre resonó en toda la ciudad y apareció impreso en todas las portadas de los suplementos culturales de habla hispana, ya no como una evocación de un escritor del pasado, sino con la fuerza arrasadora del presente. Establecieron una hora y una dirección que señaló la cita: a las 18.30 del miércoles 6 en la biblioteca que lleva su nombre y que se ubica en la plaza que lleva el nombre de quien fuera su agente, cómplice y amiga, Carmen Ballcels. Además, programaron una transmisión en directo que 4000 pares de ojos escudriñaron durante ese día.
De la innumerable cantidad de escenas y circunstancias extrañas con las que fantasean los miles aspirantes a escritores que llegan cada año a Barcelona buscando un espacio en la
escena literaria ya sea a través de las vías institucionales o a los codazos en los bares y librerías, la publicación de este libro fue la menos probable, y quizás la menos deseada. 62 millones y medio de páginas fueron cortadas, pegadas y encuadernadas. 40 equipos de traductores y revisores discutieron acerca de cómo trasladar a sus respectivas lenguas el significado de la palabra bahareque para que la imagen en la mente de los lectores sea fiel al sistema constructivo de casas que la protagonista de En Agosto nos vemos ve al bajar por primera vez en la isla.
Mientras los manuscritos de los aspirantes a escritores duermen a la espera de que alguien tenga la benevolencia de echarles una mirada, la última novela de García Márquez se vendió como pan caliente en la capital catalana. Para el Sant Jordi de 2024, la gran fiesta literaria que celebra a los autores y sus libros, poco más de un mes después de que la novela hubiera salido a la venta, se ubicaba en el cuarto puesto de los más vendidos en toda Cataluña. Carmina Rufrancos, directora literaria de Planeta en México, informaba para esa misma época a través del periódico La Jornada que llevaban vendidos unos 35 mil ejemplares en un mes desde su lanzamiento.Y, para contrariar el dicho aquel de que nadie es profeta en su tierra, los números dicen que fue el libro más vendido de 2024 en Colombia.
García Márquez, incluso después de su muerte, sigue haciendo resonar al boom latinoamericano, esa bomba literaria que comenzó en los 60 y que se encendió a fuerza de chispazos de autores como José Donoso, Carlos Fuentes o el recientemente fallecido Mario Vargas Llosa.
Pero, aunque el éxito comercial casi asegurado sea un gran motivo para invocar a su fantasma y lanzar la publicación del libro póstumo, no es la única razón por la que En agosto nos vemos conoció los anaqueles de las librerías. Maribel Luque, la directora literaria de la histórica Agencia Barcells, afirma que desde el primer párrafo reconoció la cadencia de la voz narrativa del escritor colombiano. Y fue entonces, cuando el manuscrito estuvo en sus manos, que comprendió mejor que nunca aquello que Carmen Balcells repetía incansablemente: “la mejor forma de proteger una novela es publicarla”. Frente a la amenaza de la piratería, o de las versiones o reversiones adulteradas o descuidadas que ya comenzaban a asomar de manera clandestina, producto de la filtración de los archivos, la agente entendió que la decisión de los hijos de publicarla era la más acertada.
“¿Qué habría hecho Gabriel García Márquez de haber estado vivo y paseando por Barcelona el pasado miércoles?” Se preguntó la joven periodista que tuvo que cubrir el evento del año.
“Seguramente, visitar la biblioteca que lleva su mismo nombre, en el distrito de Sant Martí” se contesta sin dudar en el artículo que publicará dos días después. Ese es la clase de problemas con los que tienen que lidiar los fantasmas: los ponen a hacer cosas que nunca hicieron en vida.
Xavi Ayén, el crítico cultural experto del boom latinoamericano, que fue capaz de viajar a México con 45 kilos de equipaje, sortear los controles de la aduana, pasar los días previos a la navidad encerrado en un hotel lejos de su familia, esperando una llamada solo para robarle una entrevista al escritor colombiano, asegura que Gabo rehuía de las presentaciones como de la pava. Por lo que no duda ni un segundo cuál es la respuesta frente a la pregunta de dónde estaría Gabo aquella tarde, si hubiera estado en Barcelona. Ayén dirá que en alguna mesa de esas largas que se armaban cuando llegaba a la ciudad rodeado de sus amigos repitiendo a coro o de manera alternada los versos aquellos de “A diez cañones por banda”.
La versión final que se publicó en marzo de 2024 llegó a los traductores y editores de todo el mundo en archivos encriptados con códigos y contraseñas que protegían el legado del padre del realismo mágico. La expectativa era alta y el trabajo exigente. La maquinaria que se puso en movimiento para la presentación de este libro es gigante. Del tamaño de los sueños de alguien realmente grande. Carmen Balcells había fantaseado con un lanzamiento en simultáneo a nivel mundial de un libro de García Márquez, según cuenta Maribel Luque. La obra póstuma de García Márquez será, entonces, la realización póstuma del deseo de la legendaria agente.
Luque dice que si Gabo hubiera estado deambulando por Barcelona los días de la presentación del libro, sin lugar a dudas hubiera estado encantado con la publicación de su última novela. “Seguramente es un fantasma alegre, feliz”, aunque le cuesta pensarlo como un fantasma, porque para Maribel Luque el recuerdo de Gabo es “ pura vida”. No lo dice, pero es fácil de suponer que imagina a ambos, agente y autor, festejando con copas y música bien fuerte donde sea que estén. Hasta aquí todo suena con la estridencia de los vallenatos que encandilaban a Gabo, todo es alegría, festejo con bombos y platillos.
Pero la pregunta que se cuela es inevitable. Se abre paso insidiosa entre las mentes más suspicaces, la de los lectores, que como bien sabemos son agentes de la sospecha. Algunas
que sobrevuelan y se dejan oír a pesar de ser pronunciadas en silencio son: ¿es un verdadero García Márquez? ¿Cuántas manos intervinieron en ese documento? ¿Es un refrito o un primer borrador engordado? ¿Hay formas de constatar la veracidad de su autoría como en un cuadro o un dibujo?
En la entrevista que Xavi Ayén logra obtener en 2006 después de su travesía, el escritor le confiesa que había dejado de escribir y que esta situación no le pesaba para nada. “Me encantaría encontrar un tema, pero no tengo necesidad de sentarme a inventarlo. La gente debe saber que, si publico algo más, será porque valga la pena" cita en La Vanguardia. Desde ese momento, García Márquez no publicó ninguna novela y tampoco dio más entrevistas donde dejara entrever que estuviera trabajando en algún proyecto.
Pero los acontecimientos no son lineales, y la escritura tiene un tiempo que está fuera del tiempo cronológico, fuera del tiempo de las publicaciones y de las editoriales, de las cronologías de los académicos y del calendario. Al menos eso es lo que deja entrever Cristóbal Pera, cuando afirma en el epílogo del libro que la novela no solo estaba terminada, sino que encontró su forma más acabada hacia 2004, dos años antes de la entrevista con Ayén. Cinco manuscritos numerados y sucesivos fueron el resultado del trabajo de García Márquez en esta novela que era parte de un proyecto más ambicioso. El editor cuenta que se enteró de la existencia de la novela hacia el año 2010, a partir del pedido de Carmen Balcells. “Carmen la contó como seguramente se la contó Gabo en sus comienzos, como la historia de una mujer que visita una isla una vez al año y encuentra allí al amor de su vida. A mi regreso a México le pregunté a Gabo por el libro y le conté lo que me había dicho Carmen. Él me dijo riendo que no era un solo amante, que era uno en cada visita a la isla. También me confirmó que el libro tenía final y tomó la última versión del manuscrito y me leyó el párrafo que todavía hoy pueden leer los lectores de la novela”.
La última de esas versiones, la quinta, tiene escrito con tinta “Gran Ok Final”. Esa versión es sobre la que trabajó Pera. “La secretaria de García Márquez, Mónica Alonso, cuya labor en la preservación de la novela es esencial, me hizo llegar un documento de Word donde había recogido diferentes versiones y donde había pasado cambios directamente del propio García Márquez. A partir de ese documento y de su confrontación con la versión que él consideraba final, la versión cinco, pude ver rápidamente que la novela estaba completa, aunque requería de un trabajo de edición que recogiera los cambios manuscritos en el margen y fijará los detalles de la cronología de la historia y de los personajes”.
Para tranquilidad de los lectores y casi anticipándose a sus preguntas, la edición de Random House adjunta como prueba cinco facsimilares del manuscrito original donde se ven las
correcciones y señalamientos que deja el escritor en su manuscrito. Una versión de aquel que en 1999 corregía incansablemente a la vista de periodista madrileña, quizás el mismo con que se encontró el editor en 2010 cuando fue a consultarle por la novela inconclusa. Sin lugar a dudas, es el manuscrito que Gabo condenó a la destrucción, al que sus hijos le alivianaron la sentencia conminándolo al archivo de Austin, Texas. Ese mismo que en 2024 salió a la luz para evitar que el devenir de esta novela se convierta en una historia de piratas y se transforme en una historia realista, pero mágica que trae a Gabo al presente justo cuando se cumplen 10 años del aniversario de su muerte.
“Yo creo que no habría estado en ninguna presentación de su libro. Como cuando me tocó presentar Yo no vengo a decir un discurso sin él ante decenas de periodistas” dice Cristóbal Pera. “Él prefirió quedarse en su casa escuchando música, como habría hecho su querida Ana Magdalena Bach”. Quizás Cristóbal Pera tenga razón y el fantasma de Gabo no haya estado en ninguno de esos lugares aquella tarde de flores amarillas en Barcelona. Quizás tampoco haya fantasma. Sino la estela de un autor que renace de la mano de los únicos ojos capaces de darle una verdadera vida: los ojos de sus lectores.
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