Ocho análisis del escritor colombiano en torno a la naturaleza de la fama, su utilidad y sus desventajas y sus consecuencias.
A Gabriel García Márquez la fama le empezó luego de la publicación de su novela Cien años de soledad en junio de 1967. El escritor argentino Tomás Eloy Martínez cuenta que al poco tiempo de lanzarse al mercado la novela que narra la historia de los Buendía, la gloria recayó para siempre sobre Gabo en el teatro del Instituto de Tella, durante una obra de Griselda Gambaro, en el que los asistentes se levantaron de sus asientos para aplaudir sorpresivamente al escritor colombiano.
Desde entonces la figura de García Márquez se ha ido convirtiendo en un fenómeno universal. El reconocimiento a su obra con el Premio Nobel de Literatura en 1982 no hizo sino amplificar esta condición de persona célebre.
Compartimos contigo ocho reflexiones que Gabo hizo a lo largo de su vida sobre sus experiencias con la fama:
No hay nada que se parezca más a la soledad del poder que la soledad de la fama.
“Gabriel García Márquez: diez mil años de literatura”.
Revista Bohemia, 1979.
La fama es una cosa estupenda, no sólo por las satisfacciones que da la satisfacción personal de la victoria, la satisfacción personal de la cantidad de amigos y la cantidad de oportunidades que tiene uno siendo famoso. También por las posibilidades de servir mejor a su país, a los amigos, a su continente, a todo. Se sirve mejor con fama que sin fama. Pero tiene una infinita desgracia que casi anula todas las demás ventajas, y es que la fama dura las 24 horas del día. Si la fama tuviera botones que se pudieran apretar y decir: "Ahora sí, ahora no, ahora un poco, ahora un poco más", si con la fama se pudiera subir y bajar el volumen, o apagarla, como hace uno con el radio, sería una maravilla. Pero todas las ventajas se pagan duramente con el hecho desgraciado de que no es controlable.
“El barco donde estaba el paraíso”.
Revista Nexos, diciembre de 1993.
Tengo tanta fama que llegó un momento en que tuve que plantearme seriamente: bueno, qué hago con toda esta fama, en qué forma utilizarla, qué debo hacer para darle una función útil a esta cosa de que me conocen en la calle, de que las cosas que digo tienen cierta importancia, de que a la gente que conozco le gusta conversar conmigo. Y creo haber encontrado la solución correcta: poner esa fama al servicio de la revolución en América Latina. Es decir: que si lo que digo tiene una cierta importancia, voy a decir cosas políticas. Voy a poner esa fama al servicio de la liberación de los países en América Latina.
“El empleo de ser famoso”.
Radio Habana, julio de 1976.
Lo más difícil de la fama es la preservación de la vida privada.
“La fama es un oficio de 24 horas”.
El Tiempo, marzo de 1989.
Si algo puede conducir rápidamente y gravemente a la soledad es la fama. Porque, a partir de un momento, uno no sabe ya dónde está parado. Ya no sabe quién es ni qué es lo que piensan de uno. Entonces hay que aprender a defenderse de eso. La única defensa que he encontrado y que me parece eficaz, contra las posibilidades de aislamiento, las posibilidades de soledad que trae la fama, es mantenerme fiel a mis amigos. Creo que a través de esta cosa catastrófica que me ha sucedido a mí, que es haberme vuelto famoso de la noche a la mañana, he logrado conservar todos mis amigos.
“Gabo cuenta la novela de su vida”.
El Espectador, marzo de 1977.
Los jóvenes piensan más en la fama que en el trabajo. Quisiera decirles que no deben perder tiempo en escribir para los críticos, sino en escribir, simplemente. Es mucho más importante eso que ser argumento de los escritos ajenos.
“García Márquez habla de García Márquez”.
Revista Epoca, 1979.
En el momento de escribir, la fama, el prestigio y el Premio Nobel son cosas que se cargan en público. Pero en privado uno sigue escribiendo lo que ha pensado siempre que debe ser. Por lo menos yo escribo ahora lo mismo que siempre, sin pensar si tengo más fama, si hay más público esperando. Uno escribe para cinco amigos que sabe quiénes son y que son sus primeros críticos. Si después de eso hay un gran público al cual le gustan los libros que uno escribe, es una cuestión de suerte, de todos modos.
“García Márquez: el gallo no es más que el gallo”.
Revista Pluma, abril de 1985.
Las personas que me conocen bien dicen que todo lo que me ha sucedido en la vida lo he previsto... Hay una cosa que no he previsto y es la fama. Quería ser un escritor, y quería ser un buen escritor, y quería ser un muy buen escritor, y quería ser el mejor escritor del mundo. Porque no se puede ser un regular escritor si uno no tiene el propósito de ser el mejor escritor del mundo. Es decir, no se puede escribir regularmente bien, si uno no se propone en cada letra a ser mejor que Cervantes, ser mejor que Shakespeare, ser mejor que el Dante, ser mejor que Sófocles... Entonces me había hecho ese propósito por una razón de honestidad. Es decir, porque si esa no era mi meta, entonces no era honesto. Ahora, lo que me falló fue que no sabía que esa meta implicaba la fama. Hubiera sido feliz si todos mis libros hubieran sido póstumos, en el sentido de que no tenía que cargar con todos los libros que he escrito. Por eso hubiera preferido que se hubieran conocido después de mi muerte.
“Gabo cuenta la novela de su vida”.
El Espectador, marzo de 1977.
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