Foto archivo Gabriel García Márquez, Harry Ransom Center
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“Un escritor tiene derecho a todo, siempre que sea capaz de hacerlo creer”: Gabriel García Márquez

Entrevista a Gabriel García Márquez para el programa Tratos y Retratos de Silvia Lemus en 1993.

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Foto archivo Gabriel García Márquez, Harry Ransom Center
Redacción Centro Gabo

En diciembre de 1993 la periodista mexicana Silvia Lemus entrevistó a Gabriel García Márquez en Cartagena para su programa televisivo Tratos y Retratos. Lo hizo en el Centro Histórico, desde un banco de la plaza Fernández Madrid, el lugar que inspiró la plaza de los Evangelios donde vivió Fermina Daza, la protagonista de El amor en los tiempos del cólera.

En la entrevista García Márquez conversó sobre la concepción de esta novela ambientada en Cartagena, las personas del mundo real que inspiraron su trama y algunos de los secretos de su oficio como escritor.

 

Los amores contrariados de sus padres

 

El escritor colombiano reveló que el argumento central de El amor en los tiempos del cólera partió del noviazgo contrariado de sus padres, Gabriel Eligio García y Luisa Santiaga Márquez, aunque aclaró que sus personajes seguían siendo invenciones suyas. “Fermina Daza, Florentino Ariza y Juvenal Urbino son personajes totalmente imaginarios, pero parte de su vida y muchos de sus actos son de personas que he conocido. Por ejemplo, los amores de Florentino Ariza y Fermina Daza, tan desgraciados en los primeros años, son una copia literal, minuto a minuto, de los amores de mis padres”, dijo.

Sobre la personalidad de los protagonistas y su relación con sus referentes reales agregó: “el carácter de Florentino Ariza y el carácter de Fermina Daza están adaptados por supuesto a la conveniencia del drama, pero, de todas maneras, tienen mucho de mis padres. De mi padre, Florentino Ariza tiene el haber sido telegrafista, tocar el violín, escribir versos más o menos clandestinos y enamorarse locamente. Y de mi madre, Fermina Daza tiene ese carácter fuerte, sobre todo ese sentido casi inconsciente del poder que tuvo siempre mi madre con sus doce hijos, y que siempre la hacía el centro de la autoridad”.

Por una novela en movimiento

En su conversación con Lemus, Gabo también mencionó algunas claves para construir buenos personajes basados en la vida real. Una de ellas consiste en mantenerlos en movimiento. “En mis libros es imposible separar la realidad de la ficción. No sé en los de los otros escritores, porque uno no puede hablar sino de sus experiencias. Las ajenas son siempre muy misteriosas para uno. Pero es algo inseparable”, afirmó. “Es inseparable aunque también es inmezclable. He dicho que es como el agua y el aceite. Tú echas aceite en el agua y el agua en el aceite, y mientras revuelves, hay allí un cuerpo nuevo, una personalidad completamente distinta que se mantiene mientras se están moviendo. Cuando se aquietan, vuelven a separarse. En la novela, lo que hace uno es revolverlo y que siga moviéndose durante toda la vida del libro”.

 

El secreto de la verosimilitud

Para García Márquez otro de los secretos que contribuyen a embrujar al lector reside en la verosimilitud con que se cuenta una historia, es decir, en la capacidad del narrador para hacerlas creíbles. Esto se logra con la minuciosidad de los detalles y las cifras exactas de cada cosa.

“Mira, si tú dices que pasaron doscientos elefantes es difícil que te lo crean. Si tú dices que pasaron 232, ya empiezan a dudarlo. Si dices que pasaron 232 y siete elefantitos, y lo dices con una gran seguridad, ya te creen la cifra. El gran problema de escribir novelas es la credibilidad: un escritor tiene derecho a todo, siempre que sea capaz de hacerlo creer, y ese tipo de precisiones ayudan mucho”, concluyó.

Luego, refiriéndose a esta táctica en El amor en los tiempos del cólera, agregó que los detalles habían sido tan importantes como el ritmo con que sonaban en el texto. “Si digo que Florentino Ariza esperó cincuenta años, es como decir mil años; una mera convención aproximativa. Si digo cincuenta años, ocho días y seis horas, ya empiezan a creérselo. Pero no solo por eso hago esas precisiones; las hago también por motivos fonéticos. Decido que una frase o un capítulo está listo después de oírlo, después de que lo he leído en voz alta. Tengo la obsesión de que las palabras deben resonar dentro del lector como resuenan dentro de mí. Entonces lo leo en voz alta para saber si está bien fonéticamente. Si encuentro que hay una cacofonía en la cifra cincuenta años, ocho días, puedo cambiar el ocho por siete y el cinco por tres solamente por razones fonéticas”.

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