El buque fantasma
Lectura

“Halálcsillag”, el buque fantasma de Gabriel García Márquez

La palabra húngara que inspiró el nombre de un barco fantasma en un cuento de Gabriel García Márquez.

Redacción Centro Gabo

En septiembre de 1971, Gabriel García Márquez publicó por primera vez “El último viaje del buque fantasma”, uno de los siete cuentos que un año después -1972- conformarían en libro La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada. Se trata de un relato breve que fue escrito con un estilo muy particular: frases largas y barrocas, cambios abruptos de narrador y ningún punto y aparte. Para la época en que el cuento fue concebido, García Márquez trataba de descubrir un tono narrativo distinto al que había usado en Cien años de soledad. “Lo más difícil de Cien años de soledad no fue escribirla sino quitármela de encima. No por culpa mía sino de los lectores nuevos, que esperaban de mí más de lo mismo, cuando mi propósito era el contrario: no repetirme”, reveló en “Hoja por hoja y diente por diente”, un artículo publicado por la revista Cambio el 12 de abril de 1999. “Buscando la puerta de escape”, agregó, “escribí en Barcelona una serie de cuentos que en realidad eran experimentos técnicos, de estructura y estilo. Dos de esos cuentos –‘Blacamán el bueno, vendedor de milagros’ y ‘El último viaje del buque fantasma’- eran ya modelos bastante elaborados de la retórica que me hacía falta”.

Este nuevo tono fue el que acabó utilizando, ya de forma perfeccionada, en su novela El otoño del patriarca, cuya primera edición se lanzó en 1975. Cabe resaltar que, a pesar de la condición experimental de los cuentos mencionados, su autor los consideraba obras acabadas y completas. Tanto así que, en diciembre de 1982, por los días en que estaba en Suecia para recibir el Premio Nobel de Literatura, leyó “El último viaje del buque fantasma” en un teatro público de Estocolmo.

En este cuento, García Márquez relata la historia de una persona en un pueblo del Caribe que cada año, durante una madrugada de marzo, ve pasar por la bahía un trasatlántico fantasmal. Como los habitantes no le creen, este personaje se empeñará en guiar al buque hasta las orillas del pueblo. La embarcación no es una embarcación cualquiera: de acuerdo a la información que brinda el texto, todo parece indicar que es una nave perteneciente al mundo de los muertos. La descripción que hace su autor está llena de representaciones de ultratumba:

 

…y ya estaba él remando en el bote robado hacia la entrada de la bahía, con la lámpara apagada para no alborotar a los policías del resguardo, idealizado cada quince segundos por el aletazo verde del faro y otra vez vuelto humano por la oscuridad, sabiendo que andaba cerca de las boyas que señalaban el canal del puerto no sólo porque viera cada vez más intenso su fulgor opresivo sino porque la respiración del agua se iba volviendo triste, y así remaba tan ensimismado que no supo de dónde le llegó de pronto un pavoroso aliento de tiburón ni por qué la noche se hizo densa como si las estrellas se hubieran muerto de repente, y era que el trasatlántico estaba allí con todo su tamaño inconcebible, madre, más grande que cualquier otra cosa grande en el mundo y más oscuro que cualquier otra cosa oscura de la tierra o del agua, trescientas mil toneladas de olor de tiburón pasando tan cerca del bote que él podía ver las costuras del precipicio de acero, sin una sola luz en los infinitos Ojos de buey, sin un suspiro en las máquinas, sin un alma, y llevando consigo su propio ámbito de silencio, su propio cielo vacío, su propio aire muerto, su tiempo parado, su mar errante en el que flotaba un mundo entero de animales ahogados…

 

Cuando el buque fantasma encalla en el pueblo, los sorprendidos y atemorizados habitantes pueden leer un nombre grabado en hierro: “Halálcsillag”, una palabra cuyo misterio y significado jamás se explica en el cuento. En una entrevista concedida al poeta colombiano Juan Gustavo Cobo Borda para la Gaceta de Colcultura en marzo de 1981, García Márquez reveló el origen del término: “Halálcsillag es el nombre que le di al buque fantasma”, dijo. “Significa «estrella de la muerte» en húngaro. Quería ponerle a ese barco el nombre de un idioma que no tuviese mar. Estaba en Barcelona, pensando en eso, cuando llegó mi traductor al húngaro y se lo pregunté”.

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