Entrevista a Emilia García Elizondo, directora de la Fundación Casa de la Literatura Gabriel García Márquez y nieta del novelista colombiano.
En marzo de 1977, durante una entrevista concedida a El Espectador, Gabriel García Márquez contó que aunque muchos de sus viajes a Europa obedecían a razones estrictamente personales, también estaban motivados por la ropa que allí se vendía. “Voy a Roma a comprar botas”, le dijo al periodista Germán Castro Caycedo. “Y voy a París y compro camisas. Y voy a Londres y compro pantalones”.
Esta historia de idas y venidas por el Viejo Continente, sin duda registrada por sus biógrafos más especializados, puede vislumbrarse en las casi 400 piezas de su ropero que hoy están a la venta en su casa de Ciudad de México. Se trata de una iniciativa de la Fundación Casa de la Literatura Gabriel García Márquez que tiene como objetivo recaudar fondos para los niños indígenas en Chiapas. Su directora, la actriz Emilia García Elizondo (México, 1989), explica que esta actividad es producto de los constantes deseos del novelista colombiano por ayudar a los menos favorecidos. “Entendiendo la solidaridad de Gabo y Mercedes, nos pareció lógico vender sus prendas con amigos cercanos y, eventualmente, con el público en general cuando sea oportuno”, dice. “El 100% de lo que recojamos se destinará al Fideicomiso para la Salud de los Niños Indígenas de México”.
Emilia es una de los cinco nietos que tuvo Gabriel García Márquez. Sobre ella ha recaído la responsabilidad de administrar la casa del escritor en Ciudad de México y transformarla en un espacio que impulse la cultura y el desarrollo social. La venta de botas, corbatas, sacos y overoles de Gabo apenas es el primer paso.
Lo que hicimos fue escoger la ropa que valiera la pena y a partir de ahí comenzamos un inventario. En ese proceso estuvo involucrada Regina Hernández, una estilista amiga mía. Con ella conté cada una de las piezas y definí los precios.
La mayoría de las cosas se va a vender. Lo único que no está en venta es el vestido que Mercedes usó para la ceremonia de recepción del Premio Nobel. Creemos que todas las piezas pueden encontrar un nuevo hogar. Hay, por supuesto, objetos que son caros o que tienen un valor especial porque pertenecieron a Gabo.
Para nada. Lo que hay en el cuarto de estudio se va a quedar tal como está. Nuestra venta sólo aplica para la ropa.
Al principio de todo esto, cada uno de los integrantes de la familia escogimos un objeto y nos lo quedamos. Todos tenemos algún amuleto a modo de fetiche. Yo me quedé con algunas cosas de Gabo que no me quedan pero que quiero conservar como sacos y pañuelos. De Mercedes sí tomé más cosas porque son cosas que sí puedo usar.
Sí. La fundación, aclaro, todavía está creándose y planeándose. Este evento, sin embargo, ha sido pensado de forma urgente por la necesidad de los niños en Chiapas.
Desde hace tiempo en la familia queríamos hacer algo que le diera un poco de continuidad a esta casa que, como se sabe bien, era un lugar donde vivía mucha gente, había muchas pláticas y se hablaba bastante de literatura. Sentimos que era importante que esto no se abandonara y pensamos en convertirlo en un espacio donde continúen las conversaciones en torno a la literatura, el cine y la cultura en general. Nuestro deseo es abrir las puertas de esta casa a ese propósito.
Yo creo que sería más un centro cultural. Eventualmente también podría ser una “casa museo”. Con el tiempo lo sabremos, a medida que concretemos las ideas que hemos pensado en la familia. Por ahora es seguro afirmar que la casa será un lugar donde crearemos oportunidades para la gente con talleres y charlas.
Todo el público. Personas de todas las edades: niños, jóvenes y adultos mayores. Creo que no existe una edad específica para disfrutar de un ambiente así y sería increíble que cualquiera pudiera acceder a la casa.
Mi relación con Gabo era muy buena. Durante una buena parte de mi vida no estuve al tanto de quién era él. Creo que Gabo y Mercedes hicieron un papel extraordinario para que en mi infancia ellos fueran simplemente mis abuelos. Luego, con la edad, fui enterándome de su relevancia cultural. Era muy ‘padre’ convivir con Gabo porque todas las historias que escribía y las ideas que tenía en la cabeza las compartía hasta en la hora de la comida. Siempre era una aventura impresionante escucharlo hablar. Siempre tenía mucho que decir e inventaba cuentos, algo que heredó mi papá [Gonzalo García Barcha]. A él no le creo la mitad de las cosas que dice porque son tan exuberantes que uno no sabe si son reales o no y eso viene de Gabo. Conmigo Gabo era generoso y tiernísimo. No podía parar de reír cuando estaba con él. Hacía bromas y contaba muchos chistes. Era muy divertido.
Muchos. Me divertía la ternura con que llamaba a sus nietos “perros burros infecciosos”. En ese momento sabías que Gabo estaba de muy buen humor.
Era común que los nietos llegáramos a la casa y lo encontráramos escribiendo en el cuarto de estudio. Él nos saludaba y se quedaba unos minutos con nosotros y luego volvía al cuarto a escribir. Salía después a la hora de la comida. También había ocasiones en que lo veíamos releer sus manuscritos y escribir notas en ellos. De los nietos, Mateo fue quien tal vez pasó más tiempo con él en el estudio. Yo, por otro lado, iba con Gabo a las librerías y a comprar revistas en Sanborns.
El libro que más me gusta es Doce cuentos peregrinos. Hace poco releí Crónica de una muerte anunciada y quedé sin palabras. Dentro de los cuentos, me interesa mucho “Sólo vine a hablar por teléfono”. Es una historia espectacular. Incluso escribí un guion basándome en ella. Sé que hay una película inspirada en el cuento [María de mi corazón, 1979], pero yo hice mi propio guion para un cortometraje. Ahí lo tengo guardado; no ha habido muchas chances de grabarlo por cuestiones de tiempo y por la pandemia.
Como su nieta, al principio no me di cuenta del alcance que tiene Gabo. Aún me sorprendo de lo lejos que llega su nombre. Las noticias sobre la venta de su ropa es un buen ejemplo. Creo que su legado es el de un genio y un gigante como escritor y como persona. Es un ser humano indispensable para el mundo. Durante muchos años después de su muerte seguirá siendo uno de los escritores más leídos. Me impresiona la capacidad que tuvo para llevar su obra a lugares inimaginables.
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