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Del amor y otros demonios en 9 comentarios de Gabriel García Márquez

Nueve reflexiones del autor colombiano sobre la novela protagonizada por Sierva María de Todos los Ángeles.

Créditos
Foto archivo Gabriel García Márquez, Harry Ransom Center

Redaccion

Para llegar al manuscrito definitivo de Del amor y otros demonios, Gabriel García Márquez escribió once versiones y corrigió seis pruebas completas de imprenta. Aquella novela, la novena de su obra literaria, supuso grandes retos a nivel de técnica e investigación, sobre todo porque el novelista colombiano quería recrear rigurosamente la Cartagena colonial del siglo XVIII y situar allí una historia corta, con párrafos de pocas metáforas cuya prosa se distinguiera de la “embriaguez lírica” de sus libros anteriores.

El libro fue publicado el 22 de abril de 1994. Contó con un “falso” prólogo -en el que García Márquez evoca sus primeros años como periodista en el diario El Universal- y una portada diseñada por Gonzalo García Barcha, el segundo hijo del autor. Curiosamente, el año de la publicación coincidió con la decisión de Gabo de construir una casa en el casco antiguo de Cartagena. Aquella nueva residencia, diseñada por el célebre arquitecto Rogelio Salmona, fue edificada en la Calle del Curato de Santo Toribio, a pocos metros del antiguo convento de Santa Clara, unos de los lugares fundamentales la trama de Del amor y otros demonios, sobre todo porque allí fue donde el reportero del libro halló los restos de Sierva María de Todos los Ángeles.

En el Centro Gabo hemos reunido nueve comentarios de Gabriel García Márquez sobre Del amor y otros demonios. Los compartimos contigo:

 

1. Buscándole un botón a la muerte

 

En mi último libro, titulado Del amor y otros demonios, una historia que ocurre en Cartagena de Indias en el siglo XVIII, he hecho lo posible por reconstituir la cultura, la mentalidad y las intolerancias de la época. Pero lo que me ha costado más trabajo es que esa novela no se asemeje a mis libros anteriores. Los primeros lectores dicen que es de una sobriedad que no parece mío. Cuando lo oigo, me alegro mucho, porque he trabajado en ese sentido, no para que no parezca mío, sino para que no se parezca a mis libros anteriores. Mío tiene que parecer, porque los libros no pueden sino parecerse a su autor. Todo libro de alguna manera es autobiográfico y todo personaje es un collage de parte de uno mismo y de alguna persona conocida. Creo que la progresión de una obra consiste justamente en continuar excavando dentro de uno para ver a dónde se llega, dónde se encuentra el botón que se busca y que es el misterio de la muerte. El de la vida, ya se sabe, no se descifrará jamás.

 

“Gabriel García Márquez: el oficio de escritor”.

Correo de la Unesco, febrero de 1996.

 

2. La imagen que desencadenó la novela

 

En Del amor y otros demonios, la primera imagen que tuve fue la de la niña a la cual le arrastraba el cabello. Entonces, en un momento me pregunté, ¿qué puedo hacer?, ¿qué puedo sacar de una niña a la cual le arrastra el cabello?, ¿por qué le arrastra?, y empieza uno a preguntarse, pero no tengas la impresión de que esto es una etapa inmediata. Esa imagen surge en cualquier momento y a mí me surgen muchas imágenes, y el método que tengo es dejarla en la memoria. Nunca tomo notas, porque si tomo notas, no puedo saber qué tanto me interesa. La dejo en la memoria y las imágenes que persisten y que siguen persistiendo son las que siento que son verdad y que me sirven. Pero esta imagen pudo ser mientras escribía El amor en los tiempos del cólera. Porque sabía sin duda que esa niña tenía que ser de una ciudad poéticamente parecida a Cartagena. Pero después, cuando escribía El general en su laberinto, investigando cómo era la Cartagena de ese momento adonde iba a llegar Bolívar antes de morir, encontré que la rabia era muy común en esa época. Y entonces se me ocurrió –y está en la novela– que en el mercado Bolívar vio que habían colgado el cadáver de un perro con mal de rabia para que se supiera que había muerto de mal de rabia y fueran a presentarse los mordidos. Entonces me acordé de la niña del cabello largo y digo, claro, esta niña murió mordida por ese perro con mal de rabia.

 

“Entrevista radial a Gabriel García Márquez”.

Caracol Radio, mayo de 1991.

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3. El libro que controló a su autor

 

Con ninguno de mis libros me he sentido tan inseguro como con esta novela. Ha sido algo distinto. Ocurrió algo que nunca me había pasado. En muchas partes del libro era este el que me manejaba a mí y no al revés, eso me dio una gran inseguridad. Luego me tranquilicé. Mis amigos de verdad, en los que confío, esos que hacen el sacrificio enorme de leer un borrador y decir la verdad, me convencieron. Dijeron que les había gustado mucho, que es uno de los mejores libros que he escrito. Hubo quien dijo, incluso, que es mejor que Cien años de soledad.

 

“El fin de un ayuno”.

El País. Transcrito por El Espectador, abril de 1994.

 

4. Un amor que se nota

 

Una de las dudas que tenía era si realmente se veía hasta qué punto estaban enamorados Sierva María y Cayetano Delaura, porque en una novela moderna no basta decir que están enamorados. El lector tiene que darse cuenta de que están locamente enamorados, como si se lo dijera. No creo que esté dicho en el libro. Si está dicho se me fue, pero lo que quería era que se notara, que se supiera, que se sintiera hasta qué punto estaban verdaderamente enloquecidos de amor.

 

“Entrevista radial a Gabriel García Márquez”.

Caracol Radio, mayo de 1991.

 

5. Un prólogo ficticio y una novela real

 

Es natural que no exista ningún registro en El Universal, de Cartagena, que corresponda a la comisión que me dio el maestro Zabala en torno al convento de Santa Clara. Y es natural porque el prólogo es lo único que es ficción absoluta en la novela. Lo demás es la cruda realidad. Como la novela es la cruda realidad, es natural que todos los demás personajes tengan un asidero en ella. Ahora, sería muy largo enumerarlos. Los críticos ya se encargarán de ello, es decir, cuáles personajes corresponden a los personajes de la vida real. Cualquier parecido de estos personajes con personajes de novela o de ficción será pura coincidencia.

 

“El amor maravilloso demonio”.

El Espectador, abril de 1994.

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6. Abrenuncio, el personaje favorito

 

En todos mis libros tengo un personaje favorito en el cual descargo todo lo que me da la gana. En esta novela es Abrenuncio. Abrenuncio, el médico, en cierta manera es el Jeremiah de Saint-Amour de El amor en los tiempos del cólera. Y en cierto modo es el Melquíades de Cien años de soledad. Esto les corresponde a los críticos, pero como a veces soy autocrítico y me pongo a pensar también «¿por qué es esto?», entonces lo descubro. Y es en ese personaje, generalmente, donde echo todo lo que me va quedando de los otros personajes en el sentido de que es lo que en los otros personajes he puesto de mí mismo. Y ese personaje termina por ser el personaje que yo hubiera querido ser en la vida. Entonces es lógico que siempre el personaje que más me gusta es Melquíades, Jeremiah de Saint-Amour y Abrenuncio.

 

“Entrevista radial a Gabriel García Márquez”.

Caracol Radio, mayo de 1991.

 

7. Dominga de Adviento, de protagonista a secundaria

 

Hay un personaje que a mí me interesaba muchísimo, el de Dominga de Adviento. Dominga de Adviento es la negra esclava que cría a Sierva María y que tenía que ser un personaje central. Pero cada vez que empezaba a trabajarlo se me parecía a las tantas esclavas negras, simpáticas y criadoras de niños que hay en toda la literatura del Caribe. Bueno y está en La cabaña del tío Tom y está en las telenovelas. Está en El derecho de nacer. Entonces, primero la hice, no gorda y simpática, sino flaca y austera, y tampoco me servía, y entonces, sencillamente, lo dejé como una referencia.

 

“Entrevista radial a Gabriel García Márquez”.

Caracol Radio, mayo de 1991.

 

8. Cayetano Delaura, un católico puro

 

El verdadero católico, pero de una mentalidad abierta, probablemente por los libros que había leído (o probablemente leía los libros porque tenía esa mentalidad abierta), es Cayetano Delaura. Y Cayetano Delaura sí había hecho los votos de castidad y de pobreza, y yo no los podía violar, porque violaba al personaje. Él no podía resistir sus impulsos y sus instintos, pero en el momento en que se enfrentó a sus votos escogió los votos. En ese sentido, la novela no es que sea una novela católica, pero es muy respetuosa del pensamiento católico, que es el pensamiento de la novela en ese momento.

 

“Entrevista radial a Gabriel García Márquez”.

Caracol Radio, mayo de 1991.

 

9. El rigor de un libro corto

 

Más en este libro que en cualquier otro, el trabajo de personaje por personaje ha sido mucho más cuidadoso y es explicable por qué. Porque es un libro corto. Quise que fuera corto para poderlo controlar completamente. Cuando un libro empieza a crecer mucho, se le suelta a uno, se le va y no puede tener el rigor que tiene este. Es un libro muy riguroso, me gustaba ese tamaño y eso me obligó también a lo que más me gusta del libro, que es la sobriedad con que está escrito. Entonces renuncié a mis adjetivos y a todas mis metáforas y a la embriaguez lírica de los otros libros, y es un libro austero, que es un estilo que corresponde perfectamente a la historia. Porque es la historia la que determina el estilo y no el estilo el que determina la historia.

 

“Entrevista radial a Gabriel García Márquez”.

Caracol Radio, mayo de 1991.

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