La historia fantasmagórica que García Márquez publicó para la nochevieja de 1980.
El 30 de diciembre de 1980, mientras muchas personas sucumbían a las nostalgias navideñas y los propósitos de Año Nuevo, Gabriel García Márquez publicó una columna en la que contaba una divertida y misteriosa historia de terror. La tituló “Cuento de horror para la nochevieja” y su trama parecía más próxima a Halloween que a las festividades de fin de año.
En su texto, García Márquez relató una visita que él, su esposa Mercedes Barcha y sus dos hijos hicieron a la residencia de Miguel Otero Silva. El escritor venezolano vivía entonces en un castillo medieval en la Toscana (zona central de Italia), del cual se decía que estaba habitado por fantasmas, especialmente por uno llamado Ludovico.
“Miguel Otero Silva nos habló de Ludovico durante todo el almuerzo”, escribió Gabo en la columna. “Nos habló de su poder sin medida, de su amor desgraciado y de su muerte espantosa. Nos contó cómo fue que, en un instante de locura del corazón, había apuñalado a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego azuzó contra sí mismo a sus feroces perros de guerra, que lo despedazaron a dentelladas. Nos aseguró, muy serio, que a partir de la medianoche el espectro de Ludovico deambulaba por su castillo de tinieblas tratando de conseguir un instante de sosiego para su purgatorio de amor. Sin embargo, a pleno día, con el estómago lleno y el corazón contento, aquello no podía parecer sino una broma como tantas otras de Miguel Otero Silva para entretener a sus invitados”.
De los 82 cuartos que componían el castillo, precisó el novelista colombiano, el único que permanecía intacto era el dormitorio donde Ludovico había perpetrado su crimen, en la planta superior. “Allí estaba la cama de marquesina, con cortinas bordadas en hilos de oro y el sobrecamas de prodigios de pasamanería todavía salpicado con la sangre de la amante sacrificada”.
A instancias de sus hijos Rodrigo y Gonzalo, que estaban fascinados con la historia del fantasma, García Márquez aceptó que la familia pasara la noche en el castillo. “Estábamos tan cansados que nos dormimos muy pronto, en un sueño denso y continuo, y desperté, después de las siete, con un sol espléndido. A mi lado, Mercedes navegaba en el mar apacible de los inocentes. «Qué tontería», me dije, «que alguien siga creyendo en fantasmas por estos tiempos». Sólo entonces caí en la cuenta -con un zarpazo de horror- que no estábamos en el cuarto donde nos habíamos acostado la noche anterior, sino en el dormitorio de Ludovico, acostados en su cama de sangre. Alguien nos había cambiado de cuarto durante el sueño”.
Este cuento de horror para la nochevieja pasó de la narración periodística a la literatura en 1992, cuando García Márquez lo incluyó en su libro Doce cuentos peregrinos; esta vez con un título distinto: “Espantos de agosto”. Aunque modificó algunos detalles de la narración original (por ejemplo, en la nueva versión el castillo de Otero Silva no es medieval sino renacentista), el autor mantuvo los personajes y la trama con su desenlace sobrenatural.
En 1997, durante una entrevista concedida a la revista Radar, el periodista Boris Muñoz le preguntó a García Márquez si la historia de Ludovico y el castillo de Miguel Otero Silva había sido cierta o si, por el contrario, había sido una invención literaria.
— Voy a confesarle algo —respondió Gabo—. Todo lo que cuento allí ocurrió en verdad. Es una lástima que Miguel Otero Silva no esté aquí para verificarlo.
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