Gabriel García Márquez estaba enamorado de Barranquilla. Lo confirmaron sus abiertas declaraciones afectivas voz en cuello y por escrito, a lo largo de toda su carrera. Joven doncella entre río y mar con su carácter autentico de brisa exquisita, su luna coqueta y su policromo carnaval, que hoy está llamada a facturarle a la humanidad los frutos de ese romance Garcíamarquiano…
“(…) Es una ciudad de aluvión, franca y acogedora, que ha recibido gente de todos los lugares. Franceses evadidos de Cayena que siguieron en su fuga la misma ruta de “Papillón”; pilotos alemanes derrotados en la primera guerra mundial; judíos escapados de las persecuciones nazis; emigrantes de Italia meridional, sirio-libaneses jordanos, llegados a nadie sabe cómo, una, dos o tres generaciones atrás, fueron fundadores de familias hoy respetables de la ciudad. Exceptuando el fulgurante paréntesis de un carnaval que una vez por año arroja a las calles carrozas llenas de flores y muchachas, y ruidosas comparsas vestidas con flamantes trajes de raso, es en la industria y el comercio donde la gente quema habitualmente sus energías. En aquel mundo de actividades mercantiles y diversiones fáciles, las vocaciones literarias o artísticas están condenadas a una alucinada marginalidad. Allí, más que en cualquier otra parte, escritores y pintores son los anticuerpos del organismo social. Pero, extraña paradoja, quizás por esa misma desesperada situación marginal, los artistas surgen de Barranquilla con más fuerza que en Bogotá, una ciudad que desde la Colonia tiene arrogantes pretensiones culturales (…)” (García Márquez & Apuleyo Mendoza, El olor de la guayaba, 1982, págs. 45,46).
Palabras que son solo un retazo de las muchas veces que el Premio Nobel de Literatura no pudo ocultar su admiración y respeto por esta ciudad Caribe donde le fue dado mucho más de lo que la gente conoce. Breviario de anécdotas, personajes y fuentes que ha llegado el momento de capitalizar en pro de esta Barranquilla de nuestros amores…
Gabriel García Márquez es a la fecha el escritor hispanoparlante contemporáneo más leído del planeta tierra. Su obra cumbre, Cien años de Soledad, acumula en la actualidad un estimado mínimo de copias legalmente vendidas que asciende a 50 millones de libros. Escenario que bajo una mirada conservadora implica que un mínimo de 200 millones de seres humanos en el globo lo han leído. Cifra que todos los días se multiplica, amén de que es un estimado que no tiene en cuenta los lectores de sus otras importantes creaciones que pasan por novelas, cuentos y obra periodística. Solo por plantear una visión global absolutamente conservadora…
Números que nos enfrentan como nación a un potencial turístico de impresionantes proporciones. De hecho, si solo aspiráramos a captar la atención turística del 1% de los lectores de Cien años de Soledad, estaríamos hablando de la nada despreciable cifra de 2 millones de turistas. Lo que sabemos de sobra tendría un impacto capitalmente positivo sobre la economía. Demostrado por desarrollos tan tangibles como el caso Cervantes en España, el caso Neruda en Chile y, por supuesto, el caso Shakespeare en Inglaterra.
Gran oportunidad que tiene en Barranquilla un espacio de excepcional categoría porque el vínculo del escritor con la ciudad no solo fue de orden conceptual sino definitivamente afectivo. Cobrando un sinfín de matices que hacen de la Ruta de Macondo capítulo Barranquilla una de las más divertidas del circuito creado alrededor de García Márquez en Colombia, contando con el nada despreciable número de 51 puntos turísticos identificados a la fecha.
Hechos tan relevantes como que Macondo antes de llamarse Macondo, se llamó Barranquilla. Circunstancias como que el viaje que inicia la consolidación de lo que sería Cien años de Soledad comienza un sábado de carnaval. Escenas tan románticas como la primera cita formal y la boda de García Márquez y Mercedes Barcha. Una parte muy importante de su historial periodístico desarrollado en El Heraldo. Hasta las más legendarias amistades de la literatura colombiana conocidas como “El grupo Barranquilla”, son apenas un puñado de lo que significa La Arenosa en la vida y obra de Gabriel García Márquez.
La puerta de oro de Colombia es un territorio lleno de un patrimonio inmaterial de talla mundial que, en su condición ancestral de “territorio de libres” está a la espera de su difusión y potencialización al servicio del turismo, la cultura, la patrimonialización literaria y el incentivo de la lectura. Teniendo como hilo conductor al hombre que entre Avenida Los Cocos y Calle Primitiva (Carrera 41 y Calle 32) en Librería Vinyes & Co reflexionaba con sus amigos sobre cómo se mataban las cucarachas en la edad media.
Desde “La noche de los alcaravanes” hasta Memoria de mis putas tristes, la obra garciamarquiana se encuentra estarcida de personajes y escenas que tienen como punto de referencia a Barranquilla. Una ciudad que habitó por siempre el alma del escritor, quien en muestra de afecto definitivo llegó a afirmar entre otras cosas que los mejores taxistas del mundo estaban en este terruño, donde así como se le aplaudió la legendaria columna “La Jirafa”, se le impuso el sobrenombre de “Trapo Loco”, como jocosa alusión a la indumentaria que lo hizo irreconocible para su propia madre aquel sábado de carnaval de 1950 cuando desde Sucre lo vino a buscar para que la acompañara a Aracataca a vender la casa de los abuelos.
Barranquilla fue lugar de serenatas, días escolares, pintura de buses y avisos, parrandas, lecturas, cuentos, amigos, entre otro abanico infinito de anécdotas que como investigadora y guionista de la Ruta Macondo Colombia –y por supuesto como barranquillera– he disfrutado hondamente. Esperando poder compartir este disfrute desde el Paseo Bolívar hasta el Río de la Magdalena y desde ahí hasta el Hotel Pradomar, con el mundo entero. Para que cada admirador de García Márquez –lo haya leído en inglés, esperanto, italiano, francés, ruso, mandarín, alemán, wayunaiki, español o cualquier otro idioma– tenga claro que en Barranquilla persiste una buena porción del realismo de lo mágico, dándole así a García Márquez lo que es de García Márquez y a Barranquilla lo que es de Barranquilla.
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