Todo escritor vive momentos importantes que influyen decisivamente en forjar una identidad literaria, precisar un estilo narrativo, establecer temáticas y personajes, y asumir una actitud y manera de andar por el mundo.
Ernest Hemingway, por ejemplo, estuvo en Italia durante la Primera Guerra Mundial como conductor voluntario de ambulancias y en España durante la Guerra Civil como corresponsal; circunstancias éstas que marcaron su vida y lo inspiraron a escribir dos de sus más conocidas novelas: Adiós a las armas y Por quién doblan las campanas. Igual le ocurrió cuando vivió en Cuba y conoció al pescador Gregorio Fuentes, quien también lo inspiró para escribir el relato épico El viejo y el mar, y darle vida a Santiago.
No son menos importantes y definitivos para un escritor amistades, conversaciones, regalos, viajes, hasta aparentes cotidianidades que, sumadas, producen un individuo lleno de estímulos, motivaciones e inspiración, para que con su sensibilidad creadora termine escribiendo obras maestras de la Literatura.
Gabriel García Márquez, quien durante su niñez y juventud tuvo una vida casi que nómada, nutrió su imaginación en cada uno de los lugares por los que pasó y estuvo, y con cada una de las personas con quien interactuó y compartió momentos. Desde sus primeros años en Aracataca, pasando por Sincé, Sucre-Sucre, Zipaquirá, Bogotá, Cartagena, Barranquilla, París, Valledupar y México con sus respectivos viajes y peripecias, Gabo acumuló una serie de imágenes y vivencias que contribuyeron a formarlo como escritor. Y es precisamente en esta trashumancia en la que el territorio del hoy departamento de Sucre con todas las singularidades culturales y dinámicas sociales, le ofreció todo un universo inspirador que potencializó su talento.
En este orden de ideas, los lazos del departamento de Sucre con Gabriel García Márquez, más que aquellos tangencialmente referenciados por algunos biógrafos como eventos fortuitos y sin trascendencia, se constituyen realmente en hechos definitivos para su existencia, pues van desde su origen genético y fuente misma de su raíces vitales, hasta muchas de sus historias y personajes, pasando por encuentros y cercanías con personas que le representaron un punto de inflexión, en la intención de fortalecer y ratificar su vocación de escritor.
Partiendo literalmente del principio, la genética del Nobel de Literatura colombiano, y muy probablemente la “fuente primaria” de su ingenio literario y creatividad narrativa por línea paterna, empieza en la primera mitad del siglo XIX a través de un ADN totalmente “nativo sucreño”; oriundo del hoy municipio de Caimito, prístina población ribereña de la subregión San Jorge del otrora Bolívar Grande, con Aminadab García, un andariego campesino nacido el año 1834 que sería el bisabuelo de Gabo, y que en sus periplos de caballero andante y negociante visionario conoce en el otrora Distrito de Sincelejo, epicentro comercial y sociopolítico de la hoy subregión de las Sabanas sucreñas a una elegante sincelejana, -María de los Ángeles Paternina-, nacida en 1855, y con quien se une en amoríos, regresando nuevamente a Caimito, donde nace Argemira García Paternina en 1885, quien luego por aquello de la trashumancia muy de esos tiempos, se traslada a la también prometedora población sabanera de Sincé, donde concibe a Gabriel Eligio García Martínez, el padre de Gabriel García Márquez.
Así pues, establecer con precisión cuáles hechos, situaciones o personas asociados al departamento de Sucre se convirtieron en hitos que definieron de una u otra manera la consolidación de Gabo como persona y a la vez aportaron a la edificación de su contenido como escritor, sería un interesante ejercicio que ayudará a resignificar lo que es el Departamento de Sucre, -a propósito de la conmemoración este 2017 de sus 50 años de existencia-, como un importante territorio de la geografía nacional, poblado por gente tan notable como cualquier otro personaje colombiano de otra latitud que se haya destacado en cultura, deporte, arte, política o ciencias, y que ha contribuido positivamente al proceso de construcción de nación.
En este sentido, conocer en detalle estos hitos, es también una oportunidad de conocernos mejor a nosotros mismos, de dimensionar en el máximo esplendor la importancia de ser sucreños más allá del gentilicio, valorando el aporte al afianzamiento territorial y el imaginario colectivo nacional con un departamento importante dentro del devenir colombiano.
Como muestra de estos hitos sucreños que sin lugar a dudas marcaron la vida y obra de Gabo, a continuación destacaré algunos de ellos:
1. El arribo en 1936 al municipio de Sincé, cuando Gabo contaba con 9 años y una natural disposición a la curiosidad, el aprendizaje y el conocimiento. En esta población Gabo observa imágenes y reflexiona sobre hechos inéditos que posiblemente le reconfiguraron su visión del mundo, y que más tarde servirían para los relatos de sus reales mundos imaginarios: “[…] el traslado de la familia a Sincé, fue en realidad una nueva escuela de vida […] Nos Llevaron a las huertas vecinas y allí aprendimos a montar en burro, a ordeñar vacas, a capar terneros, a armar trampas de codornices, a pescar con anzuelos y a entender porque los perros se quedaban enganchados con sus hembras” (GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Vivir para contarla, 2002. Pág 94)
2. Para el año 1940 se da un hecho trascendental en la vida de García Márquez, su iniciación sexual en la población de Sucre-Sucre, cuando en el burdel La Hora, a sus escasos 13 años, con una inolvidable mujer sucreña y de manera dramática pierde la virginidad, volviéndose mojanero eterno. Hecho éste que tuvo notable influencia en su obra, pues bien podría asociarse este personaje femenino de la realidad con Pilar Ternera en Cien Años de Soledad, o con La abuela desalmada de la Cándida Eréndira o la misteriosa mujer que despoja sin gloria la virginidad de Florentino Ariza en El amor en los tiempos del cólera, o Castorina en Memoria de mis putas tristes: “[…] me quitó el pantalón sin dejar de susurrarme palabras tibias en el oído, se sacó la combinación por la cabeza y se tendió bocarriba en la cama con sólo el calzón de flores coloradas.
–Éste sí me lo quitas tú –me dijo–. Es tu deber de hombre.
Le zafé la jareta, pero en la prisa no pude quitárselo, y tuvo que ayudarme con las piernas bien estiradas y un movimiento rápido de nadadora. Después me levantó en vilo por los sobacos y me puso encima de ella al modo académico del misionero. El resto lo hizo de su cuenta, hasta que me morí solo encima de ella, chapaleando en la sopa de cebollas de sus muslos de potranca” (GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Vivir para contarla, 2002. Pág 158).
3. El regalo que le hiciera Domingo Manuel Vega, amigo de infancia de Gabo en Sucre-Sucre del libro la Metamorfosis de Franz Kafka y que serviría de guía para la escritura de su segundo cuento publicado: “Eva está dentro de su gato”: “Uno de mis compañeros de cuarto era Domingo Manuel Vega, un estudiante de medicina que ya era mi amigo desde Sucre y compartía conmigo la voracidad de la lectura. Vega llegó una noche con tres libros que acababa de comprar, y me prestó uno al azar, como lo hacía a menudo para ayudarme a dormir. Pero esa vez logró todo lo contrario: nunca más volví a dormir con la placidez de antes. El libro era La metamorfosis de Franz Kafka. (GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Vivir para contarla, 2002. Pág 240).
4. El encuentro providencial de García Márquez en enero de 1943, con el sincelejano Adolfo Gómez Támara y quien le obsequia el libro El Doble de Dostoievski. Sería este sincelejano quien, siendo Director Nacional de Becas del Ministerio de Educación, ayuda a Gabo en los trámites de inscripción para acceder a la beca estudiantil en el Liceo Nacional de Zipaquirá: “[…] entonces supe que era el doctor Adolfo Gómez Támara, director nacional de becas del Ministerio de Educación. Fue el azar menos posible y uno de los más afortunados de mi vida. Me sirvieron café y me inscribieron sin más trámites” (GARCÍA, Márquez Gabriel. Vivir para contarla, 2002, Pág 180).
5. Durante un baile en el año 1945 en Sucre-Sucre, Gabo conoce a Mercedes Barcha, quien se convertiría en su esposa 14 años después, su inseparable compañera que, por supuesto, sería su inspiración permanente hasta sus últimos días: “A Mercedes la conocí en Sucre, un pueblo del interior de la Costa Caribe, donde vivieron nuestras familias durante varios años, y donde ella y yo pasábamos vacaciones. Un día en un baile de estudiantes, y cuando ella tenía solo trece años, le pedí sin más vueltas que se casara conmigo” (APULEYO MENDOZA, Plinio. El olor de la guayaba. Ed. Oveja Negra. 1982. Pág 21).
6. La influencia del sinceano Jorge Álvaro Espinosa, cuyo juicio literario Gabo consideraba como imprescindible para saber si era o no un buen narrador: “Jorge Álvaro Espinosa, un estudiante de derecho que me había enseñado a navegar en la Biblia y me hizo aprender de memoria los nombres completos de los contertulios de Job, me puso un día sobre la mesa un mamotreto sobrecogedor, y sentenció con su autoridad de obispo:
–Esta es la otra Biblia.
Era, cómo no, el Ulises de James Joyce, que leí a pedazos y tropezones hasta que la paciencia no me dio para más. Años después, me di a la tarea de releerlo en serio, y no sólo fue el descubrimiento de un mundo propio que nunca sospeché dentro de mí, sino además una ayuda técnica invaluable para la libertad del lenguaje, el manejo del tiempo y las estructuras de mis libros”. (GARCÍA, Márquez Gabriel. Vivir para contarla, 2002, Pág 239).
“Mi ansiedad mayor era por el veredicto de Jorge Álvaro Espinosa, cuya navaja crítica era la más temible, aún más allá de nuestro círculo. Me quedé petrificado por el único juicio que podía impresionarme tanto como el de Ulises” [Seudónimo de Eduardo Zalamea Borda] (GARCÍA, Márquez Gabriel. Vivir para contarla, 2002, Pág 242).
7. El periplo que haría en 1948 por varias poblaciones del San Jorge y La Mojana donde de seguro Gabo nutrió aún más su imaginación al presenciar cientos de pintorescas escenas que luego transformaría en cuentos y relatos fantásticos en sus obras: “Siguiendo el itinerario de las fiestas patronales de La Mojana y El San Jorge, María Alejandrina Cervantes y sus muchachas en compañía de Gabo, José Palencia y Cayetano Gentile recorrieron las corralejas de Majagual, Guaranda, San Marcos y Caimito” (SALDÍVAR, Dasso. Viaje a la semilla. Ed. Planeta. Pág 277).
8. Fue en el municipio de Sucre-Sucre, a finales de marzo del año 1949, donde Gabo convaleciente por una pulmonía contraída “por los fríos amaneceres estivales”, se nutre de las lecturas de los libros que le envían sus amigos para sobrellevar la enfermedad. Allí, bajo la tranquila sombra de unos mangos mojaneros se deleita leyendo entre otros títulos de William Faulkner: Mientras agonizo. También Manhattan Transfer, de John Dos Passos; Orlando, de Virginia Woolf; Las uvas de la ira, de John Steinbeck; etc: “Ya en Sucre, mientras trataba de leer sin pausas los libros recibidos. Eran veintitrés obras distinguidas de autores contemporáneos, todas en español y escogidas con la intención evidente de que fueran leídas con el propósito único de aprender a escribir”. Los leí todos en los meses siguientes, a unos bien y a otros menos, y gracias a ellos logré salir del limbo creativo en que estaba encallado” (GARCÍA, Márquez Gabriel. Vivir para contarla, 2002, Pág 242).
9. La curiosa inspiración que produjo en Gabo La Marquesita de la Sierpe, personaje mitológico de la Ciénaga del San Jorge y La Mojana de la cual escribiría Gabo en 1954 una de sus más celebradas crónicas incluida en “Crónicas y reportajes”: “[…]La Sierpe, un país de leyenda dentro de los límites de Sucre al que sólo podría llegarse por tremedales humeantes… Pronto me llevé la sorpresa de que todo el mundo en Sucre conocía la existencia de La Sierpe como un hecho real. A última hora descubrí por casualidad que el maestro en el tema de La Sierpe era mi amigo Ángel Casij. Entonces supe todo lo que podía saberse de la Marquesita, dueña y señora de aquel vasto reino donde se conocían oraciones secretas para hacer el bien o el mal, para levantar del lecho a un moribundo”. (GARCÍA, Márquez Gabriel. Vivir para contarla, 2002, Pág 339-340).
10. El asesinato de Cayetano Gentile Chimento en Sucre-Sucre, hecho que motiva la salida de los García Márquez de la Mojana sucreña y sirvió de inspiración a Gabo para su magistral Crónica de una muerte anunciada. Desde sus vivencias y recuerdos de Sucre-Sucre, recrea en su obra el puerto, casas, calles y personajes del pueblo de su adolescencia: “El nuevo libro era en realidad un proyecto antiguo: una novela basada en el atroz asesinato de su amigo Cayetano Gentile en Sucre hacía treinta años. La madre de Gentile era buena amiga (y comadre) de Luisa Santiaga Márquez, y Cayetano mantenía una estrecha amistad con Gabito, su hermano Luis Enrique y la mayor de sus hermanas Margot. Luis Enrique había pasado el día anterior con Cayetano y Margot había estado con él minutos antes que lo mataran; Jaime lo había visto morir”. (MARTIN, Gerald. Gabriel García Márquez. Una vida. Pág 456, 467)
Todo lo anterior, y de seguro muchos acontecimientos más con vivencias, personas y personajes ocultos algunos, desconocidos otros e inéditos la mayoría, los reservó Gabo, para sí, atesorándolos en sus recuerdos y memoria, plasmándolos metafóricamente en sus obras, transfigurados literariamente, aprovechándolos en todo su contenido y alcances para construir ese mágico universo de ocurrencias provincianas, pero a la vez universales, que se desarrollaron en ese lugar donde se prolonga el cielo, y cuya belleza sin igual hechiza más allá de sus praderas a quienes lo visitan, demostrando claramente la decisiva influencia del territorio sucreño en Gabo, que como huella indeleble en su obra, nos conmina a afirmar categóricamente, y sin pretensiones, más allá de los mismos hechos y realidades surreales, que Sucre en realidad también hizo posible a Macondo.