Foto archivo Gabriel García Márquez, Harry Ransom Center
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La sopa de crestas de gallo: un platillo inventado por Gabriel García Márquez

La historia de una suculenta sopa inventada por el escritor colombiano.

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Foto archivo Gabriel García Márquez, Harry Ransom Center
Redacción Centro Gabo

En diciembre de 1982, por los días en que Gabriel García Márquez estaba en Estocolmo para recibir el Premio Nobel de Literatura, una periodista culinaria del diario El Espectador publicó un artículo en el que mencionaba la “única receta inventada por un premio nobel”. Se trataba de una sopa de crestas de gallo que García Márquez había descrito en su más reciente novela, Crónica de una muerte anunciada,y que, según contaba el escritor, era la comida más apetecida por el obispo que visitaba los pueblos ribereños de su libro.

“El obispo no se bajó del buque. Había mucha gente en el puerto además de las autoridades y los niños de las escuelas, y por todas partes se veían los huacales de gallos bien cebados que le llevaban de regalo al obispo, porque la sopa de crestas era su plato predilecto. En el muelle de carga había tanta leña arrumada, que el buque habría necesitado por lo menos dos horas para cargarla. Pero no se detuvo. Apareció en la vuelta del río, rezongando como un dragón, y entonces la banda de músicos empezó a tocar el himno del obispo, y los gallos se pusieron a cantar en los huacales y alborotaron a los otros gallos del pueblo”, escribió García Márquez en su novela.

Esta extraña sopa llamó la atención de la periodista Ana María Busquets de Cano. Ella tenía una columna en El Espectador sobre gastronomía que publicaba junto a su hermana bajo el seudónimo de “La gata golosa”. Interesada en aquel platillo, visitó al escritor colombiano para pedirle más detalles al respecto. Para su sorpresa, García Márquez le confesó que ignoraba por completo cómo se preparaban las sopas que le gustaban a su obispo y que sólo conocía un platillo de crestas fritas. No obstante, aquella vez le prometió que algún día inventaría la receta para ella.

Ese día llegó a fines de 1982, poco después de que la Academia Sueca anunciara que García Márquez había sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Busquets de Cano fue a la casa del escritor en Ciudad de México, resuelta a obtener la receta inventada. García Márquez delegó entonces aquella responsabilidad a su hijo Rodrigo García Barcha y, junto a él, la periodista logró conseguir la receta definitiva de la sopa de crestas de gallo.

En una columna titulada “Para descrestar…”, Busquets de Cano transcribió así las indicaciones de Rodrigo para esta invención culinaria:

 

Se parte el gallo y se pone en una olla a la que se le agregarán las cosas usuales para un caldo, es decir, repollo, apio, zanahoria, cebolla, cilantro y condimentos, y se deja que vaya hirviendo poco a poco durante mucho rato, tanto como para que las crestas se ablanden (se deben usar un gallo entero y varias cabezas para tener varias crestas). Una vez estén blandas, se sacan, se pican en tiritas y se fríen en aceite bien caliente. Se retiran de la sartén y en ese mismo aceite se hace un guiso normal, es decir con: cebolla, perejil y tomates picados bien chiquiticos. Cuando ya están bien unidos los ingredientes del guiso, se echan las crestas y se dejan cocinar juntos, unos diez minutos.

     En la sopera se echa el caldo bien caliente y bien colado, y luego se agregan las crestas con su guiso. El gallo se bota porque sólo sirve para del sabor”.

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