Seis datos curiosos de la relación entre el escritor colombiano y su agente literaria Carmen Balcells.
La mayoría de las veces, cuando se habla del Boom latinoamericano, la discusión gira en torno a los escritores que lo hicieron posible. Nombres como el de Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes o Julio Cortázar dominan las historias sobre este fenómeno editorial sin precedentes en la narrativa en lengua castellana. Poco se menciona, en cambio, el papel fundamental de la agente literaria Carmen Balcells (1930-2015), cuyos ímpetus de negociante férrea garantizaron que estos autores pudieran dedicarse de lleno a sus libros y asumir profesionalmente el oficio de la escritura.
Fue Balcells la mujer que transformó las relaciones contractuales entre los escritores y las editoriales. Ella cambió la cesión vitalicia de derechos de autor que imperaba antes en el ámbito editorial por contratos limitados en el tiempo y el espacio. Así, un novelista podía publicar en diversos países con diferentes editoriales y renovar o modificar el contrato después de un tiempo. También consiguió que los autores a su cargo fueran traducidos a múltiples idiomas y recibieran por esas traducciones un pago superior al que solía pactarse en esa época. Con estas y otras reformas, Carmen Balcells logró que los escritores pudieran vivir de lo que escribían sin tener que acudir a otro tipo de trabajos o subvenciones.
El 21 de abril de 1982, en un artículo para El Espectador y El País titulado “Una tontería de Anthony Quinn”, García Márquez describió la personalidad de Carmen Balcells y su labor como agente de la siguiente manera: “Me gusta decir cuánto dinero gano y cuánto pago por las cosas, porque sólo yo sé el trabajo que me cuesta ganármelo, y me parece injusto que no se sepa. La única excepción a esta norma es que nunca hablo de dinero con los editores y los productores de cine, porque tengo un agente literario que habla por mí mejor que yo; primero, porque es mujer, y después, porque es catalana. Muchos editores la detestan por la ferocidad con que defiende los centavos de los escritores, sobre todo de los jóvenes y más necesitados, y el día que no la detesten empezaré a sospechar que se pasó al bando contrario”.
En el Centro Gabo hemos encontrado seis datos curiosos de la relación del escritor colombiano con Carmen Balcells. Los compartimos contigo:
Carmen Balcells comenzó a representar a García Márquez a partir de 1962 como negociadora de sus traducciones. El 5 de julio de 1965 llegó a México para avisarle al escritor que había pactado en Nueva York un contrato con Roger Klein, de Harper and Row, para editar por mil dólares y en inglés las cuatro obras que Gabo había escrito hasta ese momento: La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba, La mala hora y Los funerales de la Mamá Grande. Cuando estaba explicándole las condiciones contractuales a García Márquez, él le dijo: “Esto es un contrato de mierda”.
Unos días después, ya con mejor ánimo, Gabo autorizaría a Balcells para que lo representara en todas las lenguas y lugares del mundo durante ciento cincuenta años.
Se le atribuye al escritor peruano Mario Vargas Llosa el haberle puesto el apodo de Mamá Grande a Carmen Balcells, sobrenombre sacado de un cuento de García Márquez y que representa a la soberana absoluta del reino de Macondo. Aquello se debió a sus actitudes de “madre” con Gabo y los demás escritores vinculados a su agencia. En una entrevista con el periodista catalán Xavi Ayén, Balcells confesó que su trabajo como agente no sólo consistía en negociar los contratos con las editoriales, sino que también implicaba hacer otros recados. “Les buscaba piso, les solucionaba trámites, me encargaba de que tuvieran siempre folios y cintas de tinta para la máquina de escribir”, dijo.
Cuando la sede de la agencia se mudó del número 241 de la calle Urgel al número 580 de la Diagonal, el antiguo piso de la calle Urgel fue utilizado por los hijos de Gabo para sus actividades artísticas: Rodrigo García Barcha lo usó como estudio de fotografía y Gonzalo García Barcha como taller de pintura.
El día que Cien años de soledad llegó al millón de ejemplares vendidos, Carmen Balcells llamó a García Márquez y le preguntó qué regalo le gustaría recibir como recompensa por haber llegado a esa cifra. El escritor colombiano respondió que una traducción al catalán de Cien años de soledad. Balcells la consiguió y hoy en día los pocos ejemplares que se imprimieron entonces son considerados piezas de colección.
“Para Carmen Balcells, bañada en lágrimas”. Esta fue la dedicatoria que García Márquez escribió en su novela Del amor y otros demonios. En una entrevista para Caracol Radio en mayo de 1991, Gabo afirmó que esta era una de sus dedicatorias más lógicas, pues le hacía justicia al vínculo amistoso y profesional que mantuvo siempre con su agente literaria desde Los funerales de la Mamá Grande. También dijo que cada vez que Carmen Balcells leía un manuscrito suyo lloraba de la emoción. Eran llantos que se volvieron incontenibles cuando la agente leyó El amor en los tiempos del cólera por los días en que Gabo le llevó los originales a Londres. La experiencia se repetiría con Del amor y otros demonios.
“Los que conocemos a Carmen Balcells sabemos que Carmen Balcells llora por todo”, comentó García Márquez en la mencionada entrevista. “Llora de alegría, llora de tristeza, llora de emoción, llora por todo. Los únicos que no habían descubierto esto son los editores, que la consideran la mujer de corazón más duro en el mundo, que no cede ante nada en defensa de los intereses de sus escritores, de sus muchachos, como dice ella y nosotros, los que estamos dentro del asunto, sabemos que vive bañada en lágrimas”.
En su libro Aquellos años del Boom, Xavi Ayén relata una anécdota muy curiosa entre Carmen Balcells y García Márquez. Durante un cumpleaños del escritor colombiano, Balcells le preguntó qué regalo le gustaría recibir de ella. “Tres mil dólares”, respondió Gabo. La agente no sólo se los dio aquel día, sino que desde entonces, cada 6 de marzo le envió hasta el día de su muerte tres mil dólares de cumpleaños.
Además de sus vínculos contractuales, a Carmen Balcells y García Márquez los unía la superstición. La agente solía visitar periódicamente a un astrólogo y recomendaba a los escritores que firmaran sus contratos en días acabados en 7 para empezar con buenas vibras. Lo que más la acercaba a Gabo, sin embargo, era su idea de que el amarillo atraía la buena suerte y por eso los primeros computadores de la agencia eran de ese color. García Márquez se haría famoso por conjurar la mala suerte usando flores amarillas en momentos importantes como la entrega del Premio Nobel de Literatura en 1982.
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