Diez reflexiones del escritor y periodista colombiano para entender la narración periodística.
Gabriel García Márquez consideraba que la crónica y el reportaje pertenecían a una rama de la literatura que se ceñía estrictamente a los acontecimientos de la realidad. Los relatos que podía contar un periodista, decía, estaban latentes en el mundo y brotaban de forma sorpresiva.
“Cualquier suceso o persona puede provocar la escritura de un reportaje”, afirmó en 1995 durante un taller de periodismo en Barranquilla organizado por su Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (hoy Fundación Gabo). “El cuento llega cuando menos se espera y por eso hay que aguzar los sentidos y descubrir dónde empieza un trabajo. Hay que contar las cosas que suceden a diario y hacen parte de lo cotidiano, esas situaciones que nos recuerdan que estamos vivos”.
La obsesión de Gabo por los hechos asombrosos de la vida real se advierte en los trabajos periodísticos que publicó en periódicos y revistas alrededor del planeta durante más de cincuenta años. En ellos el lector ahonda en las vidas y experiencias de náufragos, campesinos, ciclistas, carteros, estrellas de cine, guerrilleros o presidentes y no se detiene hasta que alcanza el punto final.
En el Centro Gabo hemos seleccionado diez lecciones de García Márquez para entender este tipo narración periodística que encuentra su mejor expresión en la crónica y el reportaje. Las compartimos contigo:
La crónica es la novela de la realidad. Es un relato en el que hay que respetar estrictamente la realidad. (…) Es para mí el género, la rama del periodismo que más se acerca a la literatura en cuanto a la forma de recolección de información, de la organización y del ojo que analiza.
“El periodista es hoy en Colombia un corresponsal de guerra”.
El Espectador, enero de 1991.
El reportaje es un género literario. Creo que está desapareciendo en el mundo y me duele mucho porque lo considero el género estrella del periodismo. El reportaje es la noticia completa, toda la noticia, de modo que el lector la conozca como si hubiera estado en el lugar de los acontecimientos.
“De regreso al periodismo”. Cambio 16, enero de 1996.
El reportaje, igual a un buen libro, parte de un argumento central y, gracias a la memoria visual del reportero y a su capacidad de escritura, sobrepasa la nemotecnia, los simples datos y estadísticas, y acaba con la palidez de la información mientras da vida y atractivos a las noticias que busca el lector. Por eso el reportaje tiene una clara intención estética y periodística. Se precia de literario en medio de la realidad.
“El reportaje, la mejor noticia para el lector”.
El Colombiano, junio de 1995.
En un buen reportaje puede no haber buenos ni malos, sino hechos concretos para que el lector saque sus conclusiones.
“Gabo cambia de oficio”. Cambio 16, mayo de 1996.
Es deshonesto inventar algo en una crónica. Entre otras cosas porque si en una crónica te pescan una mentira piensan que todo lo demás es mentira.
“El periodista es hoy en Colombia un corresponsal de guerra”.
El Espectador, enero de 1991.
El reportaje tiene dos partes definitivas: el principio y el final. El primer párrafo siempre sugiere al lector el tono, el estilo, el ritmo y la extensión que tendrá el texto. El cierre de la lectura, hay que saber dónde terminar. El final es decisivo, tiene que ser perfecto, para que el lector se acuerde del reportaje toda la vida.
“El reportaje, la mejor noticia para el lector”.
El Colombiano, junio de 1995.
El reportaje es la reconstrucción de un hecho tal como sucedió en todos sus detalles.
“«¡Mande a los editores a la mierda!»”.
Radar, octubre de 1997.
Un reportaje debe empezar por aquella situación que signifique un hecho inusual o fuerte, con capacidad de sorprender al lector porque representa algo insospechado, inesperado. Y debe ser una anécdota que nos sepamos bien sabida.
“El reportaje, la mejor noticia para el lector”.
El Colombiano, junio de 1995.
Un reportaje es una noticia completa. Pero con un factor importante: los detalles humanizados.
“Gabo cambia de oficio”. Cambio 16, mayo de 1996.
Cualquier suceso o persona puede provocar la escritura de un reportaje. El cuento llega cuando menos se espera y por eso hay que aguzar los sentidos y descubrir dónde empieza un trabajo. Hay que contar las cosas que suceden a diario y hacen parte de lo cotidiano, esas situaciones que nos recuerdan que estamos vivos.
“El reportaje, la mejor noticia para el lector”.
El Colombiano, junio de 1995.
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