Autor: Juan David Escorcia
En 1968 el escritor Gabriel García Márquez encendió por primera vez su equipo de sonido en Barcelona y escuchó los versos del bolero Perfidia, Y tú, quién sabe por dónde andarás, quién sabe qué aventuras tendrás. La canción le haría recordar la aventura de su viaje por el Río Magdalena en 1945 con rumbo hacia Bogotá en búsqueda de una beca que le confiriera el título de bachiller. En la embarcación que lo transportaba, Gabo tuvo la gracia de cantar el bolero y la buena suerte de escribir la letra de la canción a petición de un hombre. Adolfo Gómez Támara seguía la canción en la voz de García Márquez.
Se trataba del director Nacional de Becas del Ministerio de Educación de Colombia, quien coincidió con Gabo rumbo hacia la capital del país. La transcripción de la letra y su interpretación, le valió al escritor una importante beca de estudios en el Liceo Nacional de Varones de Zipaquirá, luego de que días después el funcionario lo reconociera en una fila de aspirantes y en agradecimiento, lo instalara en la ciudad de los treinta dos campanarios.
El nombre del bolero lo conocimos con el investigador literario, Antonio Arévalo, en una entrevista al escritor bogotano Gustavo Ramírez. Traíamos entre manos una serie podcast que publicamos con el nombre de Gabo, entre la ciudad y la ficción* y fue hasta esa entrevista que supimos los entresijos de la anécdota de García Márquez en su viaje por el Río Magdalena a bordo del vapor David Arango y la confirmación del bolero Perfidia como la canción que García Márquez cantó en aquella embarcación.
En el quinto episodio de esa serie podcast, Barcelona era una fiesta, una entrevista tuvo resonancia para sacar del naufragio la caja musical de García Márquez. El periodista Xavi Ayén, autor del libro Aquellos años del boom, dejó caer una anécdota que estalló con un pomposo nombre que suena más a orquesta de salsa de los años setenta que a un equipo de sonido.
Se trata de la Gabo Sound Machine. Ayén cuenta en su libro que las escritoras Rosa Regás y Nelida Piñon, fueron quienes conspiraron para darle nombre al equipo de sonido. Seguimos el rastro de la mítica y original Gabo Sound Machine, su amplificador, los dos altavoces y el tocadiscos, y encontramos que tiene como marca Vieta DOS y fue adquirida por García Márquez en 1968 en la Sala Aixelá, en el número 13 de la rambla de Catalunya en Barcelona.
El aparato se instaló en casa del escritor en la calle Caponata de Barcelona. Sonaba no menos de dos horas diarias, dijo Gabo a un periodista cuando le preguntó sobre su afición musical. Si para él la música es todo lo que suena, no quedaba otra que la insonorización de su vivienda. Por lo general, la música en Colombia es el disfrute de los altos decibelios que estremecen sin horario, fecha o explicación aparente. Las Sound Machine de allá son parranderas, bochinchosas y desproporcionadas. El estruendo del de su sonido cierra las calles y congrega al barrio entorno a una sopa de sancocho, un plato de lechona o una botella de aguardiente. Funcionan muy bien para ambientar funerales, recibir malas noticias o bailar salsa, vallenato, merengue, mapalé, cumbia y bullerengue.
El placer de la tradición colombiana colisiona en Cataluña cuando el escritor vive en la holgura económica que se había procurado. En Barcelona, García Márquez inauguraba el sueño de generar ingresos a cuenta de los textos que publica y las posibilidades económicas de la familia se disparan, lo que explica la presencia de la Sound Machine en el entorno de los Gabos, como fueron nombrados por sus amigos en la ciudad.
Es posible que los arquitectos Alfonso Milá y Federico Correa hayan tenido alguna relación con las obras de insonorización, después de todo, fueron ellos quienes realizaron el trabajo de interiorismo del conjunto de la casa del escritor. Esto le permitió esquivar los reclamos y desencuentros con los vecinos, producto del sonido de la poderosa máquina. En ocasiones, fundía el sonido de la Sound Machine entre los brazos de Mercedes Barcha con quien acostumbraba bailar boleros. Un recuerdo del menor de los hijos de los García Barcha, Gonzalo.
Entre los testigos de aquella parafernalia del sonido son cómplices los amigos. El matrimonio de los Feduchi, Luis y Leticia, la familia Pomés, Leopoldo y Karin y parte de la dinastía de la familia Regás. Las familias coinciden que entre 1967 y 1975, la Gabo Sound Machine hizo vibrar la estructura de los 170 metros cuadrados del hogar de los Gabos.
Contrario a lo que críticos y seguidores fabularan sobre la vida del escritor, su residencia no era el templo de interminables y rebuscados volúmenes de cientos de libros. Dicen que uno vive donde tiene sus libros, pero yo vivo donde tengo mis discos. Tengo más de cinco mil, sentenció el nobel colombiano en una entrevista al periódico El Manifiesto, en 1977. Es decir, en los primeros nueve años de la aparición oficial de la Gabo Sound Machine en la familia García Barcha.
Las pistas iniciales indican que refundida entre las marcas de los equipos de sonido del escritor, se asoma la Scott R 337, valorada en treinta mil pesetas. Un presupuesto musical de García Márquez, que podría representarle a cualquier familia de ingreso medio en los años setenta, el dinero inicial para un piso de 40 metros cuadrados o un coche Seat 600 de segunda mano o diez mil barras de pan.
Ninguno de los proveedores de los servicios de sonido de Gabo estaba ubicado a más de veinte minutos en coche desde su casa en la Calle Caponata o desde su piso en Passeig de Gracia. El mapa sonoro del escritor iniciaba con la compra de discos en la legendaria Unión Musical Casa Werner, ubicada en los años setenta en la Calle Fontanella, cerca de Plaza de Cataluña. Buena parte de los altavoces proceden de la tienda Audio Reference, antes ubicada en la calle Provenza, hoy en la calle Copérnico. Sandra, la dependienta de ese lugar, prefiere no revelar los detalles de los equipos de sonido que Gabo les compró tiempo atrás y responde que se acoge a la ley protección de datos. Sin embargo, el tono de su voz devela una orgullosa sonrisa cuando recuerda al nobel colombiano como cliente estelar del establecimiento. Entretanto, los amigos del escritor en la ciudad destacan que compraba discos a lo grande en la hoy desaparecida tienda Castelló de la Calle Tallers.
Los equipos de sonido elegidos por el escritor representaron facturas que la agencia Balcells pagaba por Gabo a los establecimientos. La cifra aumentaba conforme la tecnología se refinó con los años. Los propietarios, administrativos y vendedores de las tiendas que eran frecuentadas, contactaban con insistencia al asiduo melómano escritor para ofrecerle complementos de todo tipo que actualizaban, por partes, la Sound Machine. Gabo los aceptaba todos sin reparos. Un hecho que produjo un efecto de repartición en cadena de la potente máquina. Las consolas, los altavoces, el amplificador y uno que otro disco, fueron cedidos durante años a los más queridos legatarios del escritor en Barcelona: la familia Feduchi y Regás.
Aquel recuerdo del desfile tecnológico de la Sound Machine la conservan Poldo Pomés, su esposa Marta Feduchi y la hermana de esta, Belén Feduchi. Marta recuerda haber visto unos altavoces en la casa de su madre, Leticia Feduchi, que le fueron entregados por los Gabo cuando regresaron de México. Belén comparte una foto de la Scott R 337 que reposa en su casa y que además podría tratarse de la Gabo Sound Machine primera. Poldo revisa de nuevo sus archivos fotográficos e identifica unos altavoces ingleses A.R. del universo sonoro heredado por el escritor. Pregunta sí la fotografía que envía su cuñada Belén coincide con la que tiene radio o es la del amplificador. En definitiva, la Sound Machine, son todas las anteriores.
La familia García Márquez frecuentaba Barcelona en al menos dos ocasiones anuales después de radicarse en Ciudad de México en 1975. Las visitas se materializan entre los años ochenta y los noventa. En alguno de esos días por la ciudad, Gabo rebuscaba tiempo y amigos con quien emprender el trasegar musical, a lo que el joven Poldo Pomés se sumaba con entusiasmo. Entre los discos que pagaron la tarjeta visa del exitoso escritor no existen distinciones musicales.
De la tienda de discos Castelló, recuerdan salir los LP recopilatorios de la música Pasodoble, los flamencos de La Pantoja, las baladas de Julio Iglesias, las canciones de Roció Jurado, Temas Hispanoamericanos del pianista y compositor Tete Montoliu, los Beatles y los títulos de chanson française. Las rancheras de Vicente Fernández, en especial, a Gabo le interesó la versión de la canción Nube Viajera interpretada por el hijo del mero mexicano, el Potrillo, Alejandro.
Los boleros de Lucho Gatica y la genial simbiosis de Eydie Gorme con Los Panchos. Los discos del bolerista puertorriqueño, Daniel Santos, los temas del cubano Miguelito Valdés, los boleros del ecuatoriano Julio Jaramillo y los discos de Armando Manzanero, de quien Gabo sentenció: es el mayor poeta de habla hispana, le diría García Márquez al fotógrafo y publicista Leopoldo Pomés en Barcelona.
El rey del bolero español, Moncho, en la interpretación de su canción Llévatela, tema musical que entusiasmó a Gabo y que cantó en un dúo improvisado con el padre de Marta y Belén, Luis Feduchi. Te solté la rienda en la interpretación original de José Alfredo Jiménez, que García Márquez defendió entre Whiskys y tertulias musicales ante la aparición de una versión remasterizada lanzada en el año 1999 por el grupo mexicano Maná.
Los vallenatos de Colombia en la voz de Emiliano Zuleta con La gota fría. Leandro Diaz con La diosa coronada y Elegía a Jaime Molina de su compadre Rafael Escalona. La amistad entre Gabo y Escalona fue tan legendaria e influyente que fueron dejando trozos de cada uno en la obra del otro. El escritor se refería a Escalona como el intelectual del vallenato, mientras que el cantante vallenato jugó una broma al escritor cuando le presentó en Manaure (Guajira, Colombia) a un tal José Prudencio Aguilar, un personaje que Gabo llevó a Cien años de Soledad. Es probable que la psicoanalista, Leticia Feduchi, no llegará al detalle de las canciones y anécdotas vallenatas tan propias de la tradición caribe colombiana, sin embargo, recuerda que sonaron los acordeones en casa de los Gabos.
En la extensa discografía de García Márquez se encuentra al propio García Márquez. Los Hermanos Zuleta compusieron en su honor El vallenato nobel que inicia con los versos,
Gabo te mando de Estocolmo, un poco de cosas muy lindas. Una mariposa amarilla y muchos pescaditos de oro. En 1996 realiza una colaboración hablada para la Intro del disco homenaje al cantautor cubano Pablo Milanés. Se trata de veinte canciones que reposan bajo el título, Pablo Querido y en las que García Márquez reivindica la bienaventuranza de sus dotes de cantante cuando el escritor dice, he tenido el privilegio de asistir durante años a la evolución de este milagro y hoy sé que no hay felicidad más pura que la felicidad de cantar.
Un repertorio de discos imprescindibles en la colección musical de Gabo, comparte la mamá de los Feduchi, Leticia. Música de Stravinsky, Shostakovich y los clásicos como Bach, Schubert y especialmente, Mozart, de quien García Márquez decía entraba mejor en la mañana porque el piano de Béla Bartók, es más jodido de oír a esa hora. Algunos estudiosos de la obra del escritor aseguran que el concierto para piano #3 de Bartók puso ritmo a obras como El otoño del patriarca, escrita por Gabo en Barcelona en 1975.
Lo cierto es que un día del año 1968 García Márquez desactivó el botón de encendido de su propia Gabo Sound Machine. Seguido de un silencio en la sala, Gabo le pidió al cantautor Armando Manzanero que interpretara su más reciente bolero y el mexicano agarró la guitarra. Leticia Feduchi no alcanza a recordar el nombre del tema musical y Marta, su hija, agrega que a los Gabos les encantó el bolero Somos novios del cantautor mexicano. Un tema musical publicado ese mismo año y que le dio nombre al legendario disco. Aun sin la certeza del bolero interpretado por Manzanero ese día de 1968 en la casa de García Márquez, fueron los acordes de una guitarra y la voz de uno de los mejores boleristas de la historia los que sonaron en la presencia silenciosa de la Gabo Sound Machine.
*La serie podcast está disponible en este enlace:
https://open.spotify.com/show/0IO1vdtSUj0vEi1pbnXlzy?si=237c54b3153d4a4f
Autoría de la foto: Poldo Pomés
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