Once reflexiones del escritor colombiano sobre la naturaleza de la vida humana.
Este 6 de marzo de 2019 se cumplen noventa y dos años del nacimiento del escritor y periodista colombiano Gabriel García Márquez, premio nobel de literatura en 1982. En el Centro Gabo hemos preparado una antología de once frases suyas sobre la vida. Las compartimos contigo:
La vida no es la uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla.
Vivir para contarla, 2002.
Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte.
La soledad de América Latina, diciembre de 1982.
Hacer siempre lo que a uno le gusta, y sólo eso, es la fórmula magistral para una vida larga y feliz.
Un manual para ser niño, 1995.
Frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida.
La soledad de América Latina, diciembre de 1982.
A partir de los 50 se celebran los cumpleaños por décadas. Pues mira, si ves como que te acercas al límite del horizonte, esto tiene una ventaja: después de los 70 sabes que no puedes perder un golpe, debes ser absolutamente certero, y ése es muy buen programa de vida. Ya no puedes darte el lujo de andar desperdiciando golpes.
“El escritor en su laberinto”. Gente, septiembre de 1996.
Tenemos un amor casi irracional por la vida, pero nos matamos unos a otros por las ansias de vivir.
Por un país al alcance de los niños, julio de 1994.
Una gran novelista de nuestro tiempo se preguntó alguna vez si la tierra no será el infierno de otros planetas. Tal vez sea mucho menos: una aldea sin memoria, dejada de la mano de los dioses en el último suburbio de la gran patria universal. Pero la sospecha creciente de que es el único sitio del Sistema Solar donde se ha dado la prodigiosa aventura de la vida, nos arrastra sin piedad a una conclusión descorazonadora: la carrera de las armas va en sentido contrario a la inteligencia.
El cataclismo de Damocles, agosto de 1986.
La reserva determinante de la América Latina y el Caribe es una energía capaz de mover el mundo: la peligrosa memoria de nuestros pueblos. Es una cultura de la vida cotidiana que se expresa en la imaginación de la cocina, del modo de vestir, de la superstición creativa, de las liturgias íntimas del amor. Es una cultura de fiesta, de transgresión, de misterio, que rompe la camisa de fuerza de la realidad y reconcilia por fin el raciocinio y la imaginación, la palabra y el gesto, y demuestra de hecho que no hay concepto que tarde o temprano no sea rebasado por la vida.
Palabras para un nuevo milenio, noviembre de 1985.
Con toda modestia, pero también con toda la determinación del espíritu, propongo que hagamos ahora y aquí el compromiso de concebir y fabricar un arca de la memoria, capaz de sobrevivir al diluvio atómico. Una botella de náufragos siderales arrojada a los océanos del tiempo, para que la nueva humanidad de entonces sepa por nosotros lo que no han de contarle las cucarachas: que aquí existió la vida, que en ella prevaleció el sufrimiento y predominó la injusticia, pero que también conocimos el amor y hasta fuimos capaces de imaginarnos la felicidad.
El cataclismo de Damocles, agosto de 1986.
Los inventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.
La soledad de América Latina, diciembre de 1982.
Desde la aparición de la vida visible en la tierra debieron transcurrir trescientos ochenta millones de años para que una mariposa aprendiera a volar, otros ciento ochenta millones de años para fabricar una rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa, y cuatro eras geológicas para que los seres humanos, a diferencia del bisabuelo pitecántropo, fueran capaces de cantar mejor que los pájaros y de morirse de amor. No es nada honroso para el talento humano, en cambio, haber concebido el modo en que un proceso multimilenario tan dispendioso y colosal, pueda regresar a la nada de donde vino por el arte simple de oprimir un botón.
El cataclismo de Damocles, agosto de 1986.
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