Juan Esteban Constaín, Cartagena 2018
Lectura

García Márquez, The Beatles y la historia

Entrevista con el escritor Juan Esteban Constaín sobre la obra de García Márquez, su relación con The Beatles y su posición creativa frente a la historia.

Orlando Oliveros Acosta

De vez en cuando el escritor colombiano Juan Esteban Constaín (Popayán, 1979) cree en las brujerías del destino, una superstición alimentada por las grandes casualidades. El 1 de junio de 2017 escribió una columna para el diario El Tiempo en la que emparentaba la fecha publicación de la novela Cien años de soledad de Gabriel García Márquez con la del lanzamiento del álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de los Beatles. La novela terminó de imprimirse en Buenos Aires el 30 de mayo de 1967 y se comercializó por primera vez el 5 de junio, mientras que el álbum de la banda británica salió al mercado once días antes, el 26 de mayo. “¿Qué feliz coincidencia hizo que en una misma semana de once días dos obras maestras de la cultura popular salieran a la calle?” se preguntaba entonces el escritor, “¿qué dios generoso, qué azar las hizo posibles en un mismo momento de la historia, casi en la misma fecha?”.

Ocho meses después de su columna, en el marco del Hay Festival Cartagena, Constaín retoma el tema y bautiza a esa “semana de once meses” como el “cumpleaños del mundo”, pues para él empezamos a ser otro planeta desde que somos testigos de la influencia artística de Gabo y los Beatles. El escritor, autor de novelas como El hombre que no fue jueves (2014, Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana), también aprovecha para hablar sobre el legado de García Márquez, sus novelas históricas y la postura de la academia frente a la concepción de historia propuesta en ellas.

 

¿Cómo entender esa sintonía creativa entre García Márquez y The Beatles? ¿Puro azar?

 

La relación entre García Márquez y The Beatles va mucho más allá del azar. Es casi un destino, o por lo menos una magia, que en un mismo mes, casi en una misma semana, se publicara en el mundo la novela Cien años de soledad y el álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Uno podría decir que ambas obras, cada una a su manera, hicieron el tránsito en la historia entre la imagen en blanco y negro y los colores: por la exuberancia, por la belleza, por el desbordamiento de las formas en cada una de ellas.

A mí además me gustó mucho y me impresionó una anécdota que alguna vez me contó Carmen, la esposa de Álvaro Mutis, en la que ellos fueron testigos de cómo García Márquez se encerró a escribir Cien años de soledad en un cuarto en México. Ella dice que él fumaba y fumaba y fumaba allá dentro, y sólo se oía la música de la máquina de escribir, el traqueteo incesante de las teclas, y debajo, por una hendija de la puerta de ese cuarto, salía todo el humo del cigarrillo, y era como si adentro hubiera un incendio, como si el mundo se estuviera quemando para volver a nacer. Eso pasó también con Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, porque los Beatles se encerraron en un cuarto y le prendieron candela al mundo y de ahí salió ese prodigio.

 

A propósito de destinos entrelazados y coincidencias históricas, ¿cómo explicarías el vínculo entre García Márquez y la historia?

 

No deja de ser paradójico que García Márquez hubiera escrito novela histórica, pensando en los cánones del género más rígidos. Escribió El general en su laberinto, que es una novela histórica, también Del amor y otros demonios, que es otra novela histórica porque ocurre en un tiempo anterior y porque tiene una reconstrucción de un pasado muy rigurosa. Gabo tenía además un talento periodístico muy riguroso, era un reportero excepcional y abogó toda su vida por la exactitud en el periodismo. A la hora de investigar para sus novelas históricas ponía todo ese rigor en ellas. Sin embargo, aquí lo curioso es que para mucha gente Cien años de soledad es más novela histórica que todas las otras. Siendo el desbordamiento de la imaginación y de la invención, muchas personas conciben o están persuadidas por la verdad histórica que narra la ficción de Cien años de soledad que por la verdad histórica que narran las novelas históricas de García Márquez. Yo creo que ahí está la magia del arte.

 

El historiador Eduardo Posada Carbó, con quien conversaste en el Hay Festival, plantea una idea polémica en torno a ese nexo entre Gabo y la historia…

 

El profesor Eduardo Posada Carbó dice una cosa que puede ser cierta desde el punto de vista académico. Él dice que García Márquez podía ser muy riguroso investigando, el mejor escritor de nuestra lengua sin lugar a dudas, pero tenía una visión de la historia (y estoy interpretando y parafraseando a Posada Carbó) muy anticuada, muy anacrónica y que no era cierta. O sea, García Márquez creía que en Colombia había una historia procera, una historia solemne, una historia oficial, y Posada Carbó dice que aquí nunca ha habido eso en realidad. Pudo haber existido en el año 1910 con Henao y Arrubla, pero la historia colombiana hecha por historiadores es mucho más seria que lo que García Márquez decía cuando criticaba nuestra historia oficial.

No obstante a eso, a mí lo que me interesa de Gabo es su trabajo como narrador, como escritor, como el gran maestro de nuestra lengua. Vuelvo y lo digo: cuando uno tiene ese talento es capaz de inventarse la verdad, y la gente le cree más a esa verdad inventada tan bellamente (y perdón por el adverbio “bellamente” que él me habría tachado) que cualquier otra verdad.

 

El legado de García Márquez, ¿sigue vivo?

 

García Márquez es lo mejor y lo más grande que le pasó a Colombia en toda su historia y en toda su vida. Es lo mejor que nos ha podido pasar a los colombianos, nosotros que siempre estamos al acecho de motivos de orgullo para poder cantar esa canción de “hay que orgulloso me siento de ser colombiano” –que me parece lo más triste que puede haber, el himno de la depresión–. García Márquez es un motivo de orgullo, no sólo de Colombia sino de la humanidad. Es un clásico. A mí me sorprende, como legado suyo también, su ejemplo de entrega total a la literatura. El tipo vivió toda su vida del sudor de su pluma, no se hipotecó ni siquiera cuando se estaba muriendo de hambre, estaba convencido de que la literatura era su único destino. No era para menos: con un talento tan grande tenía que ser así.

Al final, nos quedan un legado estético, que es la confección y la construcción de una de las prosas más bellas en cualquier idioma; un ejemplo para los escritores de lo que es asumir una vocación literaria; y un legado periodístico de un maestro del oficio que dejó unas sentencias, unos aforismos y unas enseñanzas que cada vez van a ser más vigentes en un mundo tan caótico y confuso como el nuestro.

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